Varios papas afectaron la imagen de la Iglesia debido a sus comportamientos que, de manera evidente, iban contra los preceptos básicos del catolicismo.
La historia recuerda, por ejemplo, que Alejandro VI (papa entre 1492 y 1503), compró el cargo, ejerció el nepotismo y hasta tuvo hijos con varios amantes. También, que Urbano VI (1378-1389), además de provocar el Cisma de Occidente, no dudó en ordenar el asesinato de varios cardenales.
León X (1513-1521) gastó mucho dinero en obras de arte, puso en riesgo las finanzas de la Iglesia y trató de tapar el “agujero” con la venta de indulgencias. Bonifacio VIII (1294-1303) puso a los reyes bajo su mando y por eso el rey de Francia, Felipe IV, llegó a ordenar su captura.
En esta línea de papas totalmente inadecuados para el cargo, se encuentra Juan XII, un joven sin experiencia que gobernó la Iglesia entre los años 955 y 964.
El Papa más joven de la historia: asumió a los 18 años y fue asesinado por un celoso esposo
El poderoso marqués de Camerino, Alberico II de Espoleto, obligó a los nobles romanos a que reconocieran a su hijo, de nombre Ottaviano, como nuevo papa el 16 de diciembre de 955. Al iniciar su pontificado como Pío XII, era un joven inexperto de 18 años.
La Enciclopedia Católica define a este papa como “alguien frívolo, desordenado, amigo de la caza y de la guerra, que reunió en su mano el poder espiritual y el secular, pero que, en realidad, fue un príncipe exclusivamente mundano”.
En el año 961, el Papa actuó contra el rey Berengario I y su hijo Adalberto, quienes eran muy poderosos en el norte de la península itálica, llamando a Roma al nuevo rey de Alemania Otón I, a quien coronaría, en compañía de su esposa Adelaida, al año siguiente.

Con la coronación de Otón I, el Papa obtuvo el privilegio Pactum Ottonianum, por el cual la Iglesia romana pudo conservar y ampliar las donaciones carolingias, pero también tubo de acceder a que fueran restablecidos los derechos expresados en la Constitutio de Lotario I relativos a la elección papal.
En el mismo año, el emperador regresó a Roma, en vista de que el Papa había iniciado relaciones de alta traición con sus enemigos. Otón convocó un Sínodo en el 963, ante el cual emplazó al Sumo Pontífice: la ausencia de éste y su conducta inmoral hicieron que el emperador pronunciase su deposición en razón de sus “sacrilegios y corrupción de costumbres” y adjudicase el solio pontificio a León VIII.
Después de la marcha de Otón, quien en el 964 había sofocado un levantamiento de los romanos, Juan XII regresó y tomó venganza en sus adversarios. Antes de que el emperador volviese a Roma se produjo su muerte.
Durante su vida, Juan XII era conocido como el “papa fornicario” ya que había convertido al Palacio de Letrán en un lugar donde abundaban los amantes y las prostitutas.

El abate Mourret dejó un testimonio sobre Juan XII: “Este adolescente es tal vez el peor de todos los pontífices que se han sucedido en la Cátedra de Pedro. En lugar de visitar iglesias, pasaba sus días y noches jugando, cazando o en orgías... Por eso mismo, es ya más que notable que jamás hubiese pronunciado una sola palabra contraria a los dogmas de la Iglesia”.
Por su parte el monje Benito de Soratte dejó constancia de que el Papa disfrutaba con su “colección de mujeres” en el Palacio de Letrán. El obispo Liutprando de Cremona daba cuenta de la cadena de adulterios de Juan XII con la concubina de su padre, Estefanía, y hasta con su propia sobrina.
Estos hábitos lo llevaron a la muerte, según la mayoría de las versiones. El 14 de mayo de 964, un marido sorprendió al Papa con su esposa y lo mató de varios martillazos dados en la cabeza. Otra versión asegura que murió de una apoplejía mientras realizaba el acto sexual. Lo cierto es que la propia Enciclopedia destaca la frase qui totam vitam in adulterio et vanitate duxit (“vivió toda su vida en adulterio y vanidad”).
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