Rodrigo Lussich (52) llevó su propia impronta a la televisión argentina. No es sólo un conductor o un periodista de espectáculos, es un animador que recurre mucho al humor y a lo lúdico para contar las noticias.
Además de estar al frente de Intrusos (América TV), él y su fiel compañero Adrián Pallares han desembarcado en el teatro con Socios al desnudo, donde Rodrigo muestra su faceta actoral.
“Estudié teatro de chico, mis viejos empezaron como actores cuando eran jóvenes. Tengo un poco esa escuela de la vida. Hice teatro independiente, estudié teatro... Es algo que siempre estuvo ahí, en paralelo a mi vida en el periodismo, que es el que me ha dado de comer y mi profesión de toda la vida”, le cuenta, mate de por medio, a Clarín.
“Y ahora con Pallares hacemos un espectáculo de comedia, no de chimentos. No es el programa de tele en el escenario. Es un espectáculo que tiene un guión, que tiene una estructura teatral... Hay cosas con famosos, pero también hay mucho de nosotros, el ida y vuelta y la química que tenemos, que nos permite jugar con un montón de recursos. Nos divertimos mucho y nos hace bien porque la tele en general sufre más", reflexiona Rodrigo, que con Socios al desnudo se presentarán este sábado 24/5 en Quilmes (Teatro Cervantes) y luego el 30/5 en Castelar (Teatro Roberto Durán) y el 31/5 en Córdoba Capital (Teatro La Llave). Todas las fechas y entradas acá.
-¿Por qué se sufre en la televisión?
-En la tele se sufre por el rating. La televisión en vivo no conozco a nadie que no la sufra. El vivo y el minuto a minuto son muy atrapantes, te envicias con eso. Se sufre mucho. La tele sin el minuto a minuto sería mejor. Revalidas títulos todos los días. Hoy tenés un buen número y tenés una espalda enorme, y mañana te va mal o medís la mitad y te sentís el peor. Y en realidad no sos ni el mejor ni el peor. Si te ponés a analizar por qué funcionó o no algo te volvés loco. Eso justamente atenta contra lo que a mí me gusta, que es la creatividad, el vivo, jugar con lo que aparezca...

-En tu Instagram (@rodrilussich) estás compartiendo muchos videos, ¿también estás pendiente de la cantidad de likes?
-Es una lucha interna que tengo para que no me afecte, porque estoy tan acostumbrado a la timba del rating que después es como que buscas rating en todos lados. Inclusive es un tema que he llevado a terapia. En las redes me divierto mucho porque encuentro un lugar de mucha creatividad y me encuentro disfrazándome, armando un guion, produciendo... Cosas más artesanales si se quiere, pero que a mí me me hacen bien. Quiero que sea un espacio para mí, para divertirme. Si la gente me dice “cómo me río con vos” para mí es el cielo ganado.
-Vos sos una figura pública y, como tal, estás expuesto, ¿cómo manejas la mirada ajena?
-A veces con más dificultad. No soy una persona a la cual la gente asedie en la calle al punto de que no pueda salir. La gente es muy cariñosa en la calle en general, pero uno siente la mirada. Yo soy un tipo que camina la calle, no dejo de hacer las cosas que quiero: salgo varias veces con mi perro, voy a hacer las compras... A veces alguien me saluda y a veces nadie, pero sentís la mirada. Sentís que alguien está diciéndole a otra “¿viste quién es?”. A veces también sentís la mirada prejuiciosa y a veces la mirada fea. Sobre todo porque soy del chimento, que sufre del prejuicio. Y hay como una doble vara, porque se consume, pero a la vez se critica. Yo siento que a mí me quieren o no me quieren. No siento el término medio porque yo no soy término medio, entonces, de alguna manera, despierto lo que soy. Y cuando viene del lado del que no te quiere, a veces la mirada es dolorosa o uno la siente con carga. Pero bueno, es parte de estar expuesto. También es hermoso cuando pasa al revés, cuando viene el saludo, el beso, la foto, las cosas lindas que te dicen...
-¿Y qué te pasa con los colegas? ¿Sentís que te juzgan?
-No se me juzga, pero hay todo un purismo del chimento, que es un término que en general lo que busca es bajar el precio de lo que hacemos, pero uno aprende a lidiar con eso. Yo me considero un animador, un conductor. Trato de no etiquetarme, porque ya uno carga con las etiquetas que le pone la sociedad permanentemente, aunque no sea conocido. “Sos gay”, “no sos gay”... En mi caso soy gay y eso ya es una etiqueta en sí misma. “Sos un boludo”, “sos un genio”... Todo el tiempo estamos adjetivados por el otro, siendo conocido mucho más, obviamente, y el 'chimentero' le carga otro poco a eso. Entonces yo trato de no engancharme y no pegarme a eso de la etiqueta. Yo soy un montón de cosas, como cualquier persona, buenas y malas.
-¿Y hablando de cómo te ven tus colegas?
-El colega o la gente que considera el chimento o el periodismo de espectáculos un género periodístico, no me ve a mí como algo muy agarrado justamente a la esencia de ese género. Como para mí no es un género periodístico el chimento, no lo no lo tomo como tal, lo hago a mi manera. Por supuesto que si estoy hablando de un tema serio, soy un periodista y me he dedicado a hacer periodismo de actualidad muchos años. Pero trato siempre de que cuando la cosa realmente no es seria, no darle la seriedad que se le pretende dar al género porque me parece súper aburrido.
-Hay cierta pica que se percibe a través de la pantalla entre los “chimenteros”, ¿esto es real o es show?
-Hay un poco de todo. Yo me considero un tipo muy vehemente, un tipo muy auténtico y muy inconsciente por momentos. Hace mucho que trabajo de esto, trabajo hace casi 40 años, entonces me pasa que trato de ser yo siempre y me lo tomo siempre en serio. Sé que hay un show detrás, pero yo si me enojo, me enojo. Si digo una burrada, digo una burrada. Y si meto la pata, meto la pata. Pero desde un lugar que te diría hasta de cierta inconsciencia, porque vos podés decir 'bueno, laburas hace años, tenés un oficio de la puta madre, ¿y te seguís mandando cagadas?' Y sí, porque yo en realidad digo lo que pienso sin pensar muchas veces, pero también eso hace a mi esencia. Cuando he tenido enfrentamientos con colegas ha sido en serio de mi parte. Después se me pasa, sobre todo cuando largo y descargo. Me hace bien, en definitiva, je. Pero cuando estoy muy enojado soy malísimo. No me gusto enojado.

-¿Siempre fuiste así o es algo que se fue desarrollando con los años?
-Siempre fue así. Yo de chico era un chico muy enojado, vivía en comunidad de hippies con mis viejos y me llevaban y me traían a un montón de lugares, bien nómades. Yo vivía enojado con eso. Era un chico muy enojado y hay algo de ese chico que se sigue colando con los años.
Su infancia, los viajes y la vocación que lo salvó
-¿Con qué tiene que ver ese enojo?
-A mí me enojaba mucho y también sentía que me faltaban el respeto, de algún modo, llevándome y trayéndome para todas partes. Nunca desde un mal lugar, mi mamá y papá me han dado valores, no despotrico. Pero bueno, en esa búsqueda que ellos tuvieron cuando eran jóvenes, hubo mucha movida, mucho sacudón, tal vez no tan lógico para un chico tan chico. Y a mí me enojaba, me enojaba que no me dejaran tranquilo, básicamente, que no me dejaran en un lugar. Pero ahora, cuando me pasa, lo identifico y sé un poco a qué responde ese comportamiento.
-¿Qué aprendiste de esa infancia?
-Lo que me dio la infancia y parte de la adolescencia, sobre todo, fue lo que se considera o alguno puede llamar “calle”, digamos, supervivencia. Saber que uno no se va a ahogar en un vaso de agua ante situaciones que pueden complicarse. No digo que me las sé todas, ni mucho menos, porque uno también se sorprende con las cosas que le van pasando. Yo he salido a vender café en la calle siendo un adolescente, he trabajaba a la gorra… Esa vida de supervivencia de chico hizo que yo me maneje con menos miedo. Menos miedo a lo imprevisto, al abismo de lo desconocido.
-Viajabas mucho con tus papás, Uruguay, Brasil, Argentina... ¿Cómo hacías con el colegio?
-He ido a decenas de colegios, no me atrasé nunca un año, terminé en tiempo y forma la primaria. El secundario lo terminé en una nocturna porque ya laburaba profesionalmente como periodista en Pilar, que es a donde nos vinimos a vivir cuando vinimos para la Argentina. Lo que pasa que también me hicieron maldades porque imagínate, me mandaron a una escuela técnica, je. Tenía que soldar, martillar... no era para mí. Eso sí, me hice unos amigos divinos que todavía conservo.

-¿Cómo eras en el colegio?
-Era un poco bicho raro porque bueno... no quería estar ahí. En definitiva, no tenía ninguna vocación ni ligada a la electricidad, a la química, al dibujo técnico, a la carpintería, a la herrería... Entonces, bueno, era un desastre. Estaban los que me ayudaban y estaba la cosa cruel del bullying, de la adolescencia, donde me he tenido que bancar alguna gastada, alguna burla. Yo siempre fui un tipo rupturista, organizaba obras de teatro en el colegio cuando era chico, y trataba siempre de arengar a un costado más artístico. Siempre tenía una cosa de líder para ese tipo de actividades. Y para otras quedaba afuera, por ejemplo, con el deporte.
-Además de ir a una escuela técnica, acá vivían en una finca y tenías que faenar chanchos… ¿había un espacio para que vos pudieras expresar tus deseos y necesidades?
-Había que poner el hombro para salir adelante. Nunca era una cosa que a mí me encantaba. Pero bueno, lo encaraba porque también era la que se imponía en un momento determinado para poder salir adelante. Me las ingeniaba para escaparme bastante. La escuela técnica permitía hacer un doble turno, entonces estaba poco en casa, pero cuando me tocaba, me tocaba, y no había un reproche. Después, cuando pude, sí me independicé. Yo a los 18 años ya vivía solo. Igual la etapa de adolescencia no la tengo tan sufrida como la de niño, porque ya estaba en un lugar fijo, ya vivíamos acá, ya iba a mi colegio, tenía mi grupo de referencia, mi primer programa de radio lo tuve a los 14 años... Había encontrado la vocación. A mí la vocación me salvó. Tener una vocación me parece que es el día y la noche con respecto a cómo podes encarar la vida. Cuando no la tenes es mucho más complicado porque la vocación te da una pasión, te identifica y además te direcciona. Vos tenés bien claro el objetivo y eso después te ordena mucho. Si no tenés una vocación, bueno, es más difícil. A mí tener una vocación me salvó enormemente.
-Fue como tu refugio…
-Me permitió ir hacia eso. Después bueno, la vida sucede. Laburé en cable, tuve un programa de radio cuando era chico, después me empezaron a pagar un sueldo. Fui movilero, después fui ista, después empecé a conducir programas... Todo fue como en un fluir porque estaba claro lo que yo quería, que era hacer esto y hacia eso fui.
-¿En qué momento surge esa vocación?
-De chico. El hecho de que mis viejos hayan sido actores a mí me ponía en un lugar ligado a lo artístico. Y yo me acuerdo de tener 7 o 9 años y, en la casa de mis abuelos, sentar a toda la familia, aunque raramente coincidíamos, y ponerlos como espectadores para yo hacer mi show de conducción. Después sólo fue ir para ese lado, seguir mi instinto, mi deseo... Soy un agradecido porque tuve muchas oportunidades, pero también me las gané. Igual no creo que nadie llegue a ningún lado. Hoy estás acá y mañana estás haciendo otra cosa. No me ato a la jerarquía, pero bueno, me ha ido bien. He logrado hacer lo que quería. Es un montón, lo reconozco. Pero bueno, he hecho para eso. He tratado de ser distinto, de ser un tipo que entre por algún lado a la gente. Algunos me querrán, otros no, a algunos les gustaré, a otros no, pero me jugué por lo que yo quería hacer y eso me parece que después la vida te lo compensa. No soy quien para dar consejos, pero a mí me ha funcionado.
Rodrigo Lussich: con quién tiene un mate pendiente y qué le diría al Rodrigo de años atrás
-¿Con quién te queda un mate pendiente o con quién te gustaría tomarte un mate?
-Soy un tipo de verborragia y eso me ha ayudado a hablar las cosas, entonces no siento que tenga una deuda pendiente con alguien. Algún amor tal vez en el camino que hubiera merecido una charla más profunda. Hay una costumbre a veces de guardarse cosas y después salen todas juntas, yo trato de ir largándolas para que no me genere nada malo en el cuerpo ni en el alma. En realidad, he logrado con los años tener mejores charlas conmigo, que no es nada fácil. En general uno se aturde mucho para no hablar con uno. Siempre digo que cuando uno apoya la cabeza en la almohada hay un instante donde te encontrás con vos y sabés cuánto te mentiste, cuánto no te mentiste, cuánto metiste la pata, cuánto no, cuánto amas a alguien o dejas de amar. Yo he aprendido a tener mejor diálogo conmigo, a llevarme mejor, aceptarme más, a cuidarme más.
-Si pudieras tomarte un mate con el Rodrigo de hace algunos años, ¿Qué le dirías?
-Mirá... en el colegio secundario, en quinto año, tuve que hacer un trabajo práctico de literatura. Siempre me gustó mucho escribir y algún día escribiré tal vez una novela. Escribí una composición, una historia que se llamaba “En memoria de Rodrigo”. En ese texto escribí a todos los Rodrigo que iban a venir. Yo tenía 17, 18 años y le hablaba a la memoria de esos 'Rodrigos' que iban a suceder a lo largo de mi vida, que creo que son distintos todo el tiempo, aunque haya una columna vertebral. Invitarme a seguir explorando facetas de ese Rodrigo que todavía quizás hoy ni siquiera conozco. Cuando veo a ese chico, le agradezco haberse dejado llevar para ser otros 'Rodrigos', tal vez menos previstos o previsibles que lo que él mismo soñaba. Y todavía confío que sigan apareciendo. Yo estoy en un momento que siento que hoy empieza una tercera etapa de la vida que está muy abierta, que está dimensionada por mi presente y lo que he construido, pero que también puede tener una ruptura y un volver a empezar en otro lugar, en otra ciudad, en otra profesión. Siento que los próximos 20 años, si Dios me da vida, tienen una vida útil para probar nuevos 'Rodrigos'. Estoy muy abierto a que esos 'Rodrigos' aparezcan.
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