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      Escenarios reales, películas inolvidables

      Desde Río de Janeiro hasta Nueva York, Roma y Tokio, un apasionante recorrido por algunas de las ciudades del mundo que prestaron sus calles y el color de su cultura a películas memorables. Porque el cine es, también, una manera de viajar.

      Escenarios reales, películas inolvidablesCLAIMA20150130_0113 AP Ciudades de pelicula. Puente de Brooklyn. Viajes
      Redacción Clarín

      Imágenes en movimiento. En Roma, puede ser Anita Ekberg bañándose en la Fontana di Trevi en el filme “La dolce vita”. Y en Nueva York, Diane Keaton y Woody Allen mirando el puente Queensboro Bridge en “Manhattan”. Se dice que el cine es una manera de viajar. La popularidad de ciertas películas, clásicas o modernas, a veces crea en los viajeros una ilusión. Virtualmente, ya conocen Nueva York, París, Roma, Berlín o Bombay, entre muchos otros sitios, como si hubieran estado allí. Y en más de un caso, el viaje consiste en contrastar los escenarios reales con los de una película inolvidable. Aquella ilusión tiene sustento: el cine y el turismo moderno nacieron a finales del siglo XIX, prácticamente juntos.

      Desde siempre, el cine quiso mostrar ciudades lejanas, costumbres poco conocidas, restos de antiguas civilizaciones, paisajes exóticos. Claro que era más económico filmar en estudios, por caso, “Casablanca” (1943) se filmó en Hollywood y no en Marruecos, “Gilda” (1946) sucede en una Buenos Aires de fantasía donde se luce Rita Hayworth. Sólo a partir de la década de 1950, con cámaras y tecnologías más avanzadas, fue posible filmar largometrajes de ficción en escenarios antes inaccesibles. Hoy, cuando el mundo parece una aldea global, el cine sigue contando historias en las ciudades. Por eso, en una lista que no pretende ser definitiva, aquí están algunas ciudades de ayer y de hoy.

      Río de Janeiro, Brasil
      Los brasileños dicen “Dios hizo el mundo en seis días y dedicó el séptimo a Río”, ciudad escenográfica como pocas, con las playas de Copacabana e Ipanema frente a la bahía de Guanabara. Esos escenarios, incluyendo al Pan de Azúcar, el Corcovado y el estadio Maracaná, son el eje de “Río 40 grados” (1955) de Nelson Pereira dos Santos, casi un documental que inaugura el “cinema novo” brasileño siguiendo a dos chicos que venden maníes en los sitios clave de la ciudad. El espléndido Copacabana Palace Hotel sigue ahí, frente a la avenida Atlántica, como en la época en que Fred Astaire y Ginger Rogers bailaban en sus salones en “Volando a Río” (1933).
      “Tristeza nao tem fim, felicidade sim ”, escribió Tom Jobim en la canción más famosa de “Orfeo negro” (1959), filme que difundió mundialmente la música de la Bossa Nova y los rituales del Carnaval de Río, inspirándose en una obra de Vinicius de Moraes que situaba el mito griego de Orfeo entre las favelas y las escolas do samba. La estación ferroviaria central de Río, donde la actriz Fernanda Montenegro interpreta a una docente que se gana la vida escribiendo cartas, es el eje de “Estación Central” (1998), de Walter Salles. Y una favela que existe en la zona oeste de Río, Ciudad de Dios, dio en 2002 el título para la famosa película de Fernando Meirelles. La imagen de Brasil viene de Río, que en 2015 cumple 450 años de vida y está dispuesta a celebrarlo (www.turismo.gov.br).

      París, Francia
      Probablemente sea la ciudad más fotografiada de la historia del cine desde que, en 1895, en el Salon Indien del Grand Cafe –en el hotel Scribe, que aún existe y está en el Boulevard des Capucines– los hermanos Lumiére proyectaron sus primeras películas. Los más jóvenes la habrán descubierto en “Amelie” (2001), con el paseo por Montmartre que hacía Audrey Tautou, la protagonista, andando por la Rue Lepic: allí sigue el Cafe des Deux Molins donde ella trabajaba, no muy lejos de la Maison Collignon , donde compraba frutas y verduras. En verdad, cada viajero puede armar su propia ciudad y esto es lo que revelaba Woody Allen en “Medianoche en París” (2011) al mostrar la ciudad vanguardista de la década de 1920 y remontarse luego a la Belle Epoque, con una escala en el Museo Rodin o en el restaurante Maxim’s. Fotogénica en sitios como la avenida Champs Elysées, la Place de la Concorde, la Gare de Lyon, el Museo del Louvre, los jardines de las Tullerías, la torre Eiffel o el viejo edificio de la Opera, París es infinita.
      Si el cine hace posible los saltos en el tiempo, aquí van algunos ejemplos. Jean Paul Belmondo en la piel de un ladrón, cerca del Arco del Triunfo en “Sin aliento” (1960), la obra clave de Jean Luc Godard. Marlon Brando y María Schneider encontrándose frente al número 1 de la Rue Jules Verne, cerca de la estación de subte de y, en “Ultimo tango en París” (1972) de Bernardo Bertolucci. Caminar hoy bajo el puente de Bir Hakeim, en y, invita a recordar la música del Gato Barbieri en aquella película.
      Pero también están las imágenes del noticiero del 22 de junio de 1940 con el desfile de las tropas alemanas victoriosas por la avenida Champs Elysées en “¿Arde París">