En los últimos días, con algo de atraso provocado por las lluvias, arrancó formalmente la siembra de trigo de la campaña 2025/25, campaña que según las principales estimaciones promete una expansión del área sembrada y el volumen producido. Una buena relación insumo producto y, sobre todo, abundante humedad en los perfiles, son las variables que apuntalan el pronóstico, y la reciente prórroga a la rebaja de retenciones anunciada por el Gobierno nacional tal vez le ponga un acento a la tendencia.
Hasta el 31 de marzo de 2026 las exportaciones de trigo y cebada continuarán con la alícuota de derechos de exportación del 9,5 por ciento. Habrá que ver si esta novedad suma hectáreas a las 6,7 millones que según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires se sembrarán con trigo en todo el país, un 6,3 por ciento más que en la campaña 24/25.
Como suele suceder, los primeros avances de siembra se realizaron en el NOA, aunque tímidamente porque allí la humedad no llegó en el momento oportuno. “Este año no hubo un aporte importante de lluvias en los meses clave. Esta semana recorrí el este de Tucuman y oeste de Santiago y vi apenas dos lotes sembrados. Acá se sembrará mucho menos que el año pasado”, comenta en diálogo con Clarín Rural el productor Marcelo Zucal, gerente de producción de la firma Agroalas, y luego agrega que la empresa, al contar con semillas y maquinaria realizará algo de trigo, fundamentalmente para hacer cobertura.
“El trigo, y en general los cultivos de invierno, en el NOA son absolutamente eventuales y dependen de los excesos hídricos y las lluvias de fin de ciclo de verano, marzo y abril. En la campaña pasada, los perfiles con los que quisimos iniciar la siembra fina venían con 40 a 110 milímetros, lo cual condicionó la superficie sembrada y la tecnología usada. Luego fue un año muy duro que perjudicó a los garbanzos y lentejas, y el trigo tuvo una calidad aceptable pero con rindes bajos, de unos 1.000 kilos por hectárea en promedio”, describe.

Después reconoce que en materia de manejo triguero la región tiene un camino por recorrer. “En el este hacemos siembras tempranas y de ciclo corto que permiten aprovechar el agua remanente, a mediados de abril y hasta fines de mayo solemos tener todo sembrado a distancias de 52 centímetros entre hileras. Los trigos largos sembrados a fines de mayo en general no macollan bien”, dice.
Un informe presentado hace poco por el investigador del INTA Pablo Abbate confirma que en el NOA la aplicación de tecnología y los rendimientos de trigo vienen en franco retroceso, pero asegura que con ciertos ajustes en fechas de siembra y densidades se puede mejorar la producción regional (ver Una oportunidad para el NOA).
Yendo hacia el sur, la historia cambia. Desde el centro y sur de Córdoba, Marcelo Ventura asegura que allí el trigo “tiene importancia a la par de la soja y el maíz porque no deja de ser un pulmón para el bolsillo del productor a mitad de la campaña gruesa”.
Allí la campaña pasada, con falta de humedad en el inicio, hubo un rendimiento promedio de 28 quintales por hectárea. “En lo que hace a esta campaña en general hay coincidencia, hay gran entusiasmo por parte del productor fundamentada en el hecho de que por el momento la relación insumo producto es buena. Pero creo que el empuje más importante está dado por la buena recarga del perfil, con 70 a 80% de agua útil en el suelo. En general son los ciclos largos o intermedios los que más se utilizan, que se siembran desde mediados de mayo en cuanto el productor termina de cosechar soja y maíz. En general es un cultivo que no deja de hacerse en todo tipo de planteos o rotaciones”, dice.
Y en el centro oeste de Santa Fe, Carlos Grosso dice que allí el manejo siempre va mejorando y se va buscando maximizar la eficiencia con tecnologías de insumos y de procesos. “El sistema de producción que tenemos sobre campos arrendados y la gran competencia que hay sobre esas tierras hace que no haya margen para la ineficiencia, acá todo el mundo trabaja con la mejor información y se va avanzando en maquinaria, insumos y fertilizantes cada vez más elaborados”, describe.
Enfocándose en la rentabilidad que arroja el trigo en plena ventana de siembra, Grosso matiza la estimación general de crecimiento. “El año pasado sembramos trigo con un valor de 250 dólares (dic 24) y ahora estamos con un trigo (dic 25) de 198 dólares. Con una productividad de 3-4 toneladas por hectárea son unos 150-200 dólares menos por hectárea esperados a cosecha en el momento de la siembra. Es un dato no menor”, detalla.

De todos modos, aclara que la humedad del perfil es muy buena y que eso activa las máquinas. “Calculo que se va a sembrar un poquito más del promedio, pero un poco menos que la campaña pasada, cuando se había hecho más trigo para reemplazar al maíz, cuya previsión de siembra era baja por el recuerdo de la chicharrita”, dice.
Por su parte Juan Elizalde, productor y asesor en el centro y sur de la provincia de Entre Ríos, afirma que allí aumentará la superficie de siembra en un 20-25%. “Tenemos mucha agua en el perfil para aprovechar, y hoy el negocio da buenos números. En nuestra zona el mejor margen lo da el maíz, después trigo/soja y por último la soja sola”, remarca.
Luego cuenta que en su caso concreto, en campos de la localidad de Gualeguay las lluvias llegaron a último momento y ahora están complicando el avance de la siembra y generando dudas sobre el ciclo elegido.
“Después del 5 de junio ya no hacés un ciclo largo, te vas a un intermedio, y después del 25 ya te vas al corto. Veníamos muy bien con los perfiles y ahora estamos muy complicados”, dice Elizalde, y luego asegura: “La idea es apuntar al máximo rendimiento en función del suelo y en función del potencial que tenga la variedad que uno quiere sembrar. En fertilización apuntamos a 190-200 kilos de urea y entre 100 y 120 de monoamónico”.

En La Pampa y oeste de Buenos Aires los perfiles también están cargados. Allí Aldo Riesco asesora a muchas empresas agropecuarias que están viendo con buenos ojos la relación insumo producto para la siembra del cereal. “En algunos lados ya están sembrando, con los lotes listos. La perspectiva es muy buena para esta campaña porque se llovió todo, los precios del trigo son buenos y los precios de los fertilizantes y de los herbicidas, al tener mayor disponibilidad por el tema de importaciones, bajaron. El número cierra y más que nada en zonas en donde podés hacer el doble cultivo”, afirma.
En la zona de Riesco, la ventana de siembra ideal es entre junio y julio y las variedades usadas generalmente son intermedias a largas. “Tema fertilización: obviamente, es una gramínea, necesita fertilización sí o sí. Arrancador fosfato diamónico y buena urea, que se puede repartir entre siembra y macollaje. Es lo que se acostumbra en la zona”, dice, y aclara que las prescripciones se realizan tras hacer análisis de suelos. “Acá son muy profesionales, ya no es como antes. Se hace análisis de suelo y en función del objetivo de rendimiento se aplica la fertilización. En general se apunta a 5.000 kilos de trigo por hectárea”.

El recorrido termina en el centro y sudeste bonaerense, principal bastión triguero del país.
Desde la localidad de Roque Pérez, Matías Ferreccio recuerda que para él el año pasado fue muy bueno y obtuvo rendimientos 10% por encima de la media, apalancado en un uso intensivo de tecnología. “Aplicamos toda la tecnología todos los años porque no queremos ponernos un techo. Este año en los papeles la intención era aumentar la superficie pero el clima no me está jugando a favor, me están subiendo mucho las napas. De todos modos si no la aumentamos la igualamos, y manteniendo el paquete tecnológico: aplicamos UAN hasta llegar a 22 ppm de fósforo, azufre, 150 kilos de nitrógeno, variedades de ciclos largos y una densidad de 240 plantas nacidas por metro cuadrado”.
Y en el partido de Dorrego, Guillermo García dice que en esa zona el año pasado fue irregular por el golpe de calor que afectó a los cultivos en octubre, pero estima un crecimiento del 10 por ciento en la superficie ocupada este año por cultivos de fina. “Las siembras de cebada y trigo pan se hacen entre mayo y mediados de junio, y las de trigo candeal entre junio y julio. Todo con baja densidad y aproximadamente 50 kilos de map y 170 de urea dependiendo del análisis de suelo”, detalla.
Una oportunidad para el NOA
Un informe presentado por el investigador del INTA Balcarce Pablo Eduardo Abbate durante el Primer Simposio de Trigo del Noroeste Argentino detalla que en el NOA el cereal ocupa 170.000 ha/año, lo que equivale al 2,7% de la superficie sembrada a nivel nacional, y que la producción de esa región es más variable que la del resto del país. En las últimas cinco campañas el promedio fue de 176.000 t/año, representando apenas el 1% de la producción argentina de trigo.
De todos modos, Abbate afirma que el NOA “es una importante región que podría abastecer su demanda local y generar ingresos adicionales mediante exportaciones de grano y harina”, y dice que para llevar el balance a cero, el NOA requiere un aumento de producción de 558.000 t/año, equivalente a 292%. “Si bien el aumento de rendimiento que se requiere es importante, en el 2010 se estuvo cerca de esos niveles”, aclara el investigador.
Luego destaca que los aumentos de rinde se deben a “cambios tecnológicos o a políticas promocionales”, y advierte que en el norte los rindes vienen cayendo 32 kg/ha/año.
Para revertir esa tendencia, como punto de partida Abbate recomienda optimizar la fecha y densidad de siembra, y explica que para eso primero se debe establecer la fecha de espigazón óptima. “A partir de la fecha de espigazón y el largo del ciclo, se puede establecer la fecha de siembra. A partir del largo de ciclo se puede establecer la densidad de siembra”, dice.
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