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      ¿De quién es el arte? La creación y sus arduas regalías

      Mientras grandes obras discográficas pasan de una mano a la otra por fortunas, la piratería que todos ejercemos daña a los autores.

      ¿De quién es el arte? La creación y sus arduas regalíasPaul McCartney junto a Michael Jackson en un estudio en el año 1983. Foto: Bettmann/Corbis

      Debieron ser unas navidades holgadas y de brindis fastuosos. Es que el 7 de diciembre de 2020, año de la pandemia, Bob Dylan cerró un acuerdo que todos los diarios del mundo calificaron, rápidamente, como “histórico”. El músico le vendía al sello Universal Music más de 600 canciones, el trabajo de toda su vida, desde la primera que compuso siendo un adolescente que salía de Duluth, Minnesota, para ampliar horizontes hasta el compuesto días antes, ya un viejo lobo de la música pero también de la industria, y además premio Nobel de Literatura. Un día después de que la noticia se hiciera pública, The New York Times soltó la cifra, cerca de 300 millones de dólares.

      McCartney tuvo que pagarle a Jackson para tocar en vivo temas como “Hey Jude” o “Yesterday”. (AP Photo)McCartney tuvo que pagarle a Jackson para tocar en vivo temas como “Hey Jude” o “Yesterday”. (AP Photo)

      ¿Pero qué significa que Universal haya comprado las canciones de Bob Dylan? La pregunta es pertinente porque vuelve a poner el dedo en la llaga de una vieja herida conceptual: ¿de quién es el arte? ¿De qué manera cambia y se transforma con el tiempo la categoría del derecho del autor, de propiedad intelectual e incluso la compra y venta de bienes culturales? Con esta venta, lo que ocurrió en principio es que Universal recauda cualquier ingreso originado por las canciones de Dylan. Reproducción en radios y conciertos, derechos audiovisuales de cine, TV y series: todo es todo. Incluso la compañía puede venderle los derechos a publicidades de gaseosas y a biopics, cosa que, creeríamos, horrorizaría al autor de “Visions of Johana”. En el runrún de las redes sociales, muchos decían que esta es una especie de herencia en vida que Dylan le deja a sus hijos.

      Enemigos íntimos

      El trance, sin embargo, fue menos amable para otros músicos. En enero de 2017, Paul McCartney presentó una demanda en un juzgado neoyorquino para recuperar, después de décadas, los derechos de las canciones que firmó en coautoría con John Lennon, alegando que la propiedad intelectual norteamericana indica que una obra que fue vendida puede ser reclamada por su autor si han pasado 56 años de su creación: habían pasado, en efecto, 56 años exactos del lanzamiento de “Love me do”.

      Desde los años 60 el catálogo Beatle (251 canciones) pertenecía a ATV Music, del magnate Lew Grade. En los años 80, McCartney trató de comprar el paquete, pero Grade le pidió 40 millones de dólares. Paul llamó a la viuda de Lennon, Yoko Ono y ella le dijo que “no estaba interesada en esas canciones” (John ya había muerto).

      Alguien irrumpió en la escena. El Rey del Pop, Michael Jackson, venía grabando algunas canciones con McCartney y estaba al tanto del negocio. Puso sobre la mesa 47 millones de dólares y todas las canciones de los Beatles pasaron a ser suyas. A partir de entonces, McCartney tuvo que pagarle a Jackson para tocar en vivo temas como “Hey Jude” o “Yesterday”. La amistad entre ellos se rompió y para McCartney el asunto se convirtió en una obsesión. ¿Cómo podría ser de otro modo">