“¿Quieren diálogo político? Acá tiene diálogo político”, decían en la Casa Rosada mientras se restregaban las manos. Corría la segunda mitad de 2009, gobernaba Cristina Kirchner en su primer mandato y el oficialismo venía de sufrir una dura derrota en las legislativas de todo el país.
Empezando por la provincia de Buenos Aires, donde el empresario Francisco de Narváez le ganó a la lista que encabezaban nada menos que Néstor Kirchner, seguido por Daniel Scioli (era el gobernador), Nacha Guevara y Sergio Massa (era el jefe de Gabinete), todos “testimoniales”, es decir, ya se sabía que no iban a asumir como diputados.
En Capital ganó cómodo el macrismo y Pino Solanas dio el batacazo como segundo con casi 25%, hundiendo al kirchnerismo que representaba Carlos Heller al cuarto puesto, con 11,70%. Nunca le fue peor a los K en el distrito porteño.
El kirchnerismo perdió incluso por primera vez en Santa Cruz (a manos del actual senador Eduardo Costa). Fue segundo en todo el país con 30% del voto nacional. Primero, un poco más arriba pero primero al fin, la suma del Acuerdo Cívico y Social, la alianza de radicales, socialistas y el partido de Elisa Carrió.
Un año antes había sido el conflicto con el campo por las retenciones a las exportaciones de granos. Las urnas le pasaron factura al oficialismo por el manejo de ese conflicto, por su estilo autoritario, y por los problemas económicos.
¿Recuerdos del futuro?
Las elecciones habían sido el 28 de junio de 2009, con el fantasma de la pandemia de Gripe A (o gripe porcina) que ya se había cobrado muchos muertos, aunque estuvo lejos del desastre actual del Covid-19.
En las mesas de votación se usaba alcohol en gel y algunos, barbijos; y no se daba la mano, por las dudas. En esas legislativas, el kirchnerismo perdió la mayoría en Diputados y el quórum propio en el Senado. Un resultado que apuró los análisis: se habló de descomposición del proyecto kirchnerista, de final de un ciclo y de un estilo "exasperado" de ejercer el poder que ya no corría más.
Ahora, a días de las legislativas que serán clave hacia 2023, algunos referentes del oficialismo como Sergio Massa o en las últimas horas la vocera presidencial Gabriela Cerruti han anticipado -sin entrar en detalles- que después del domingo 14 el Gobierno planea convocar a la oposición al diálogo. Y empieza a haber posicionamientos opositores, sobre conveniencia y condiciones.
El último diálogo político fue en aquel 2009. No pasaron tantos años, doce, y muchos nombres siguen siendo protagonistas en el escenario político nacional.
Tras la dura derrota, unos días después, el 9 de julio desde Tucumán, aprovechando el acto por el Día de la Independencia la presidenta Cristina Kirchner puso en marcha el plan oficial y llamó al diálogo.
Solo unos pocos dirigentes lo rechazaron, entre ellos Pino Solanas, y Elisa Carrió, que habló de “error gravísimo” al concurrir y se diferenció de sus socios en el Acuerdo Cívico, a los que llamó “pactistas”.
El gobierno, averiado seriamente por el golpe electoral, recuperaba la iniciativa política. Había una gran expectativa, porque la oposición entraría por primera a la Rosada en 6 años, llamada por esa oportunidad que (casi) nadie quería rehuir. El 15 de julio los representantes del Acuerdo Cívico fueron los primeros en pisar Casa Rosada.
El anfitrión era el ministro del Interior, Florencio Randazzo. En otra oficina relevante estaba el jefe de Gabinete Aníbal Fernández, que había reemplazado a Massa apenas días antes (tras la derrota electoral, ya con muchas diferencias con los Kirchner, Massa volvió al “territorio”, su intendencia en Tigre).
Hubo una concesión de la Rosada: inicialmente quiso juntar de a diez partidos por vez (partidos con partiditos y lo que en política se llaman sellos de goma), pero el Acuerdo Cívico puso el grito en el cielo y consiguió el trato diferencial.
Por el Acuerdo Cívico fueron entre otros, Gerardo Morales (era jefe nacional de la UCR), Ernesto Sanz y Oscar Aguad; los socialistas Antonio Bonfatti y Miguel Lifschitz; Margarita Stolbizer por la Coalición Cívica (rompería más tarde con Carrió).
Intentaron llevar su agenda de temas sociales y económicos, el impacto político de pedir la expulsión del secretario Guillermo Moreno... aunque al gobierno kirchnerista solo le interesaba la reforma política.
¿Vocación de diálogo">