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      Dalia Gutmann Terapia abierta

      Mi lado minita

      • Voy al probador con 23 prendas y me alegro por todas las que me quedan mal.
      • Pero las que me quedan bien “¡Guau, mirá lo que soy, pero qué bomba Dalia!”.
      • Veo el precio, no me copa, ¿me lo llevo? Y ahí empieza esa lucha interna por autoconvencerme de que sí, de que por supuesto ¿para qué laburo, loco?

      Dalia Gutmann, comediante. Foto: Ariel Grimberg

      Quienes me conocen sabrán que no soy “aesthetic”. Si no sabés lo que significa, googlealo, no puedo estar en todo.

      Bueno, que no soy estética, quería meter una palabra joven.

      A lo que voy es nunca fui de esas minas a las que le interese demasiado la moda, la belleza y la decoración, y todos esos slogans típicos de las revistas de los años 90.

      Pero tengo mi lado minita fuerte y lo quiero compartir: me vinculo emocionalmente con las cosas.

      Por ejemplo, voy caminando por la calle, veo algo que me gusta en una vidriera. Una camperita, ponele. Siento amor a primera vista, me emociono un poco. Entro al negocio llena de fe y esperanza en la vida. Con la sensación de que si esa camperita llegara a ser mía, el mundo puede convertirse en un lugar mucho mejor. Me aflora de pronto ese sentimiento consumista capitalista iluso de creer que tenerla me va a ayudar a ser más feliz. “¡Tiene mi nombre!” “Es todo lo que está bien!” “La necesito” y todas esas frases minita que me digo cuando siento un flechazo con algo que me encanta.

      Entro al local, y como tengo una tendencia asombrosa por desfocalizarme, empiezo a recorrer todos los percheros, los estantes, me empiezan a gustar mil cosas, me mareo, estoy como drogada ahí adentro. Veo una remerita, un pantalón, una pollera, un pulóver. Todo es precioso. Todo quiero.

      Voy al probador con 23 prendas y me alegro por todas las que me quedan mal. Pero las que me quedan bien “¡Guau, mirá lo que soy, pero qué bomba Dalia!”.

      El probador de algunos locales sabe muy bien cómo convencernos: No sé si es la iluminación, el espejo, el enamoramiento por esa prenda que todavía no es tuya… Veo el precio, no me copa, me hace dudar. ¿me lo llevo? Y ahí empieza esa lucha interna por autoconvencerme de que sí, de que por supuesto ¿para qué laburo, loco? Para qué me rompo el alma si cuando algo me gusta no pongo lo que hay que poner para que sea mío. “Basta de no invertir en mí, mediocre” -me digo a mí misma-.

      Entonces me lo llevo, orgullosa por haberme hecho el auto regalo.

      Porque sí, la intensidad me acompaña en cada paso de la vida. A veces puede ocurrir que en tu casa pierda un poco esa magia que tenía en el local. Y otras veces no, otras veces la magia está intacta, y la usás, y la gente te dice “que linda”, y vos te sentís orgullosa de tu adquisición. Y después pasa el tiempo, y no se entiende bien si es la convivencia, la falta de cuidado, o de novedad, pero un día ya no sentís lo mismo por esa camperita. Ya no es como al principio. Hasta pensás en separarte de ella, echarla de tu casa, que se vaya con otra, no importa. Vivimos momentos muy lindos pero también es cierto que el ciclo con ella está terminado.

      La camperita no tiene la culpa. Sos vos la que cambió. La que está en otra etapa, la que necesita un cambio, una renovación.

      Dalia: "La camperita no tiene la culpa. Sos vos la que cambió".Dalia: "La camperita no tiene la culpa. Sos vos la que cambió".

      No sabés si alguna vez vas a conocer a otra camperita que la reemplace, o tal vez nunca más sientas lo que sentiste por ella, pero algo se cortó y querés hacerme cargo.

      Porque las personas vamos actualizando nuestras versiones y esa camperita que era parte de tu vida, de tu identidad, en un momento sentís que no querés usarla más.

      Y como soy mujer, y por lo tanto cíclica, hay cosas con las que además me vinculo dependiendo del momento del mes. Como con las bombachas por ejemplo: no es lo mismo la bombacha que elijo si estoy ovulando, que si estoy indispuesta. También está esa bombacha favorita, que dilatás todo lo posible el momento de deshacerte de ella, y hasta le das un besito llegado el momento de tirarla a la basura agradeciéndole por todo lo vivido. O aquella otra que todas tenemos en el cajón hace años, y la vivimos evitando porque nunca pegamos onda, y usarla nos molesta, nos incomoda.

      Así me vinculo con algunas cosas. No se si será cosa de minas, sospecho que puede ser. Al menos a mí estas cosas me pasan.

      ¿A vos?


      Sobre la firma

      Dalia Gutmann
      Dalia Gutmann

      Autora y comediante

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