La voz de Ricardo Roa
No siempre se quiere decir algo con lo que se dice, pero decir no tuvimos el resultado que esperábamos quiere decir no tengo nada para decir. Es una de esas muletillas que los perdedores de una elección repiten como si fuera una explicación. Pero es cualquier cosa menos una explicación.
Otras cosas se han convertido ya en costumbre: que terminada la votación, Macri se vaya de viaje. Apuntemos una buena al ingeniero: tragó saliva y felicitó desde Madrid a Milei por el triunfo. A Milei nadie lo entiende del todo ni sabe cómo tratarlo. Estas semanas, usó a Macri de sparring y hasta lo llamó llorón por quejarse del video falso de los libertarios en el que Macri anunciaba que Lospennato bajaba su candidatura. Lo hicieron como si fuera la cosa más normal del mundo: para ellos no está mal hacer escraches y campañas sucias. Son los que más gastan en eso.
¿Qué más pasó de lo que podía pasar? Más divisiones en el radicalismo. Gastón, el hermano de Manes, dejó la jefatura de la convención nacional y Facundo lanzó enseguida partido propio. ¿Qué hará Lousteau, el presidente radical, que no pudo meter ni un concejal en su distrito? El radicalismo ha quedado ahora en manos de sus cinco gobernadores, que no funcionan articulados. Por el momento, al menos.
Otro radical o ex radical, bien no se sabe, Leandro Santoro, que conocimos como kirchnerista y ahora se autopercibe alfonsinista, reaccionó con cara de velorio por su segundo lugar en el comicio. Raro: luego de haber acompañado años a Alberto Fernández, tendría que haber descorchado un Pommery por los 27 puntos que sacó y le permitieron escoltar a Adorni y hacer crecer a su bloque de legisladores. Es obvio que esperaba, como lo pronosticaron casi todos los encuestadores aunque ahora digan que pronosticaron otra cosa, terminar arriba de todos y proyectarse con ese pergamino al escenario nacional del peronismo. Santoro hasta imaginó armar un modelo como el del peronismo de Córdoba. Tendrá que seguir esperando.
Otra cosa rara en el voto al frente progre de Santoro: buena parte del peronismo porteño, o de lo que queda del peronismo porteño, lo votó aunque Santoro escondió todo lo que pudo al peronismo. Es cierto que más ocultó a los de La Cámpora. No sólo a Santiago Caputo se le ocurren estas maniobras. A veces se le ocurren otras, más graves, como el video trucho que Milei defendió como si no fuera lo que es: una fake news. Para Milei, censurarlo está contra la libertad de expresión. El mundo al revés, como retrató Orwell. Santoro no se reconoció peronista pero fue votado por los peronistas. Y los candidatos peronistas que se reconocieron peronistas, como Abal Medina o Alejandro Kim, de origen coreano y apadrinado por Guillermo Moreno, no fueron votados por nadie. Otro mundo al revés. Moreno salió a decir que el peronismo unido hubiera ganado. Se ve que sigue haciendo los cálculos como cuando medía la inflación kirchnerista desde el Indec.

Incluso dijo: están mal contados los que no fueron a votar, porque no se tuvieron en cuenta a los que se mudaron y siguen empadronados en Ciudad. Mejor no le pedimos que muestre los números. En la vereda de enfrente, el trotskista Altamira aplaudió el ausentismo récord al que llamó abstención histórica, como si él mismo la hubiera impulsado. Dijo que castigó a la izquierda que él antes lideraba y que ahora, dice, se autoproclama izquierda pero no lo es, y que había pedido 120 mil votos y sacó 52 mil. En esto tiene razón. No hay peor astilla que la del mismo palo. Si no, que lo digan los del Pro: Larreta festejó sus modestísimos ocho puntos como si Racing hubiera ganado la Libertadores. Le faltó ir al Obelisco. ¿Qué otra razón podría haber para ponerse loco que no fuera la derrota sufrida por el Pro?
El domingo nadie festejó. No hubo júbilo ni bocinas en las calles. Fue una elección triste. No hubo tsunami mileista ni un alfonsinazo. Adorni ganó con el 30% diciendo soy Milei y Milei nacionalizó la elección en el distrito donde la elección es menos local. Le robó gran parte de los votos de clase media al macrismo, que hizo una campaña sostenida equivocadamente en la creencia de que la marca Pro resistía. Nadie sabe cómo se acomodarán finalmente los tantos pero aún en la debacle, el Pro sale mejor parado que sus otros ex socios de Juntos por el Cambio.
Cosas que también se dispararon después de la elección y que tampoco sorprenden demasiado: la jueza Servini levantó la intervención al PJ de Salta que le había impuesto Cristina, una de las grandes derrotadas del domingo. La embajada norteamericana felicitó al gobierno y las empresas de Estados Unidos en el país advirtieron al gobierno por los avances sobre la institucionalidad. El ministro de Economía, Caputo, recibió al presidente de Ford con una remera con la imagen de Milei. Quizás pruebe con otra y las profecías de Benjamín Solari Parravicini, el Nostradamus argentino, para levantar el precio de los bonos en Wall Street. Hablando de los bonos: Marcos Galperín, el dueño de Mercado Libre, quiso hacer notar también su ferviente mileísmo y tuiteó: sigue cayendo el riesgo Kuka. A las horas renunció como CEO, y dicen que es para dedicarse a la política. Muchos detestan la casta pero se mueren por ser parte de la casta.
La última: el martes, el Gobierno disolvió la Unidad de Tareas de Investigación creada hace tres meses para juntar info sobre el criptogate. ¿Qué juntó? Nadie lo sabe: la información es top secret. Milei auspició la venta de criptos que terminó en un escándalo y lo justificó con el argumento de que lo hizo como economista y no como presidente. Hay que ver si aparece en la denuncia judicial que esta semana ascendió en Nueva York del fuero estatal al federal. No es menor: la demanda colectiva se centra en un juzgado y adquiere calibre. Puede pasar de un caso de violación a normas del mercado de capitales a otro de alcance político, como el de los bonistas dejados fuera del canje en YPF.
También pasamos de las cripto a rascar la olla para ver si sacamos los dólares del colchón y reactivamos la economía. Caputo nos prometía que nos iban a salir por las orejas. Así somos con todo.
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