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      Marcelo Cantelmi
      Marcelo CantelmiPANORAMA INTERNACIONAL

      Panorama internacional: ¿China o Estados Unidos? ¿En serio?

      El EE.UU. de Trump presiona para que los países se alejen de la potencia asiática y rechacen sus inversiones y auxilios económicas. Lo ha planteado el propio presidente. Pero la consecuencia de esa estrategia puede agudizar su aislamiento. Conviene observar a Europa y a Alemania, especialmente.

      El presidente de EE.UU., Donald Trump y el de China, Xi Jinping durante el G20 de Osaka en 2019. REUTERS

      En una oficina de Washington un diplomático brasileño intercambia con un miembro de la Heritage Foundation, la rama ultra conservadora del Partido Republicano. El diálogo es tenso, con ambos a cada lado de la mesa sin gestos simpáticos, cruzados de brazos.

      En un momento el militante norteamericano cuestiona que Brasil haya convertido a China en su principal socio comercial los últimos 16 años. Ahí el hombre de Itamaraty, un pragmático con muy poco de izquierda, pierde la paciencia, detiene la charla y plantea: somos dos países capitalistas y con China hacemos negocios. ¿Todavía creen lo del backyard? ¿Cuál es la parte de ustedes para ganar el mercado?

      Este cruce reciente, referido a este cronista por el diplomático sudamericano, ilustra sobre una presión que no es nueva pero que se agudiza con los formatos rancios de imposición y sin moneda de cambio que trajo el gobierno de Donald Trump. Para mayor claridad, horas atrás un periodista interrogó al magnate si creía que los países latinoamericanos deberían elegir entre China y EE.UU. Respondió, “si, tal vez, deberían hacer eso”.

      EE.UU, reniega de la influencia que ha ganado la República Popular en el Sur mundial. Explica el enorme puerto chino de Chancay en la costa peruana como un error de Perú o la presencia de inversiones de la potencia asiática en toda la región y en África como un defecto de los países que se han abierto a ese comercio.

      Las diplomacias locales observan, en cambio, un vacío en esa queja. El capitalismo norteamericano no equilibra al capitalismo chino con el mismo caudal de inversiones. Ejemplo, la planta de Ford en Camaçari, San Salvador de Bahía, vendida a la china de automóviles eléctricos BYD cuando la empresa norteamericana abandonó Brasil en 2021. El elocuente final de una era. Ford hace 105 años fue la primera automotriz que se asentó en el gigante sudamericano.

      La incomodidad norteamericana contra el dinamismo chino la acaba de reiterar el responsable del área de Economía de Trump, Scott Bessent, en su breve estancia en Buenos Aires. También lo hizo con su colega de España, Carlos Cuerpo, que lo visitó en Washington y con sus pares de Francia o Alemania. El influyente ministro de Trump en un foro de la Asociación de Banqueros en Nueva York, usó la proclamada cercanía de España con China para advertir dramático a toda Europa: “equivale a cortarse la garganta”. Pero debió reconocer que ”en términos de escalada, desafortunadamente el mayor actor en el sistema de comercio global es China”.

      Yugular el crecimiento de China

      EE.UU. pretende yugular ese avance, sobre todo la esfera económica del rival, que acaba de ratificar su crecimiento en el primer trimestre (+5,4% por encima de lo esperado), amputándole sus socios alrededor del mundo. Este propósito ayuda a evacuar una pregunta insistente sobre la ausencia de un cuestionamiento más definido en EE.UU. a la caótica gestión de Trump. En el vértice del poder real se asume que el sentido central de esa batalla es la sobrevivencia del hegemon norteamericano. Suponen, y no solo ahí, que un gobernante sin noción de los límites, impulsivo y de tono matón, sirve para responder a las urgencias de la etapa. Sin embargo algunas dudas sobre ese viaje comienzan a notarse.

      El inminente mandatario aleman Friedrich Merz y la reponsalbe de las relaciones exterior de la UE Kaja Kallas . ReutersEl inminente mandatario aleman Friedrich Merz y la reponsalbe de las relaciones exterior de la UE Kaja Kallas . Reuters

      No es claro cómo el círculo de poder que acompaña al presidente istra los excesos de su gestión. Entre ellos el desdén a la justicia en casos polémicos de arrestos y extradición de migrantes, como el del salvadoreño Kilmar Abrego García, enviado por error, según reconoció el gobierno, a un penal de delincuentes en su país. En el episodio intervino ya la Corte Suprema ignorada por la Casa Blanca en una disputa que agrede la Constitución y está destinada a crecer. También el acoso a las universidades que ha generado una conmovedora rebeldía de Harvard, la casa de estudios de muchos de estos personajes del poder.

      Se advierten, además, contradicciones importantes sobre las políticas económicas del magnate que han destruido enormes fortunas de sus donantes de campaña y no dejan claro que su destino sea el éxito que se proclama. La FED, el Banco Central que vigila inflación y el crecimiento, acaba de advertir en boca de su presidente, Jerome Powell, sobre el peligro de un alza del costo de vida por la magnitud de la guerra comercial a la que atribuye la ralentización en el primer trimestre del crecimiento de EE.UU.

      A eso se suma el alerta del FMI y Kristalina Georgieva sobre “la incertidumbre que las políticas comerciales disparan a niveles sin precedentes” encogiendo el cálculo de crecimiento. Trump, lejos de autocríticas, exigió la renuncia de Powell que es cuidadosamente escuchado por la banca y las corporaciones.

      El espejo entre las dos mayores potencias de la época escala estas contradicciones. China, aunque desafiada por una peligrosa deflación, crece en el trimestre que se contrae EE.UU. Al mismo tiempo, la Casa Blanca reduce el gasto, no ya liquidando la asistencia global, sino con el cierre de embajadas y consulados, mientras Beijing los multiplica alrededor del mundo agigantando su poder blando y ocupando esos espacios vacíos.

      Es ilustrativo, además, lo que ocurre del otro lado del Atlántico. Al revés que EE.UU., la UE negocia con China apagar los aranceles de 43,3% que impuso el año pasado a los vehículos eléctricos de la potencia asiática. En su lugar, coordinarían un precio mínimo para los automóviles. Es una concesión que le sirve a Beijing y evita réplicas debido a que países como Alemania necesitan el mercado chino donde coloca un tercio de su producción automotriz.

      Hay otras novedades. Este 6 de mayo, cuando se cumplen 80 años de la rendición de la Wehrmacht nazi en Reims, asumirá Friedrich Merz como nuevo mandatario alemán. Este interesante líder se refleja en la reconstrucción de Alemania que produjo Adenauer tras la guerra y propone ampliarla a Europa. China es clave en ese planteo: junto a EE.UU. son los principales socios comerciales de Berlín, pero el otro lado del Atlántico se ha tornado imprevisible y obliga parcialmente a la elección con la que juega el magnate.

      Famoso imagen de junio de 2018. Una fastidiada Angela Merkel, entonces jefa de gobierno de Alemania, pore en caja a Donald Trump en su primer gobierno AFP Famoso imagen de junio de 2018. Una fastidiada Angela Merkel, entonces jefa de gobierno de Alemania, pore en caja a Donald Trump en su primer gobierno AFP

      Esta semana Trump reprochó que “no hay autos Chevrolet en Münich”. Una ausencia que se observa también en Japón, Corea del Sur, en casi toda Europa y la propia China lo que sugiere que el problema es de la oferta y no de la demanda “Deberían hacer autos mejores”, le dijo en su momento a Trump una fastidiada Angela Merkel, correligionaria de Merz. Pero el republicano cree que los aranceles deben relevar la competencia ignorando los intereses europeos que menoscaba.

      Auto defensa europea

      No es casual que haya surgido de Berlín la propuesta sobre el cambio en el régimen de los vehículos eléctricos chinos o que el Banco Central Europeo haya profundizado la baja de tasas para impulsar la economía. Se nota también un espíritu gaullista en este liderazgo que asume la necesidad de un sistema de defensa europeo sin EE.UU, que escude a Ucrania, no tanto por el valor del país sino para fulminar las ambiciones de Vladimir Putin de recrear una esfera de influencia sobre el bloque con amparo de Washington.

      Trump acaba de volver a culpar falsamente a Kiev por el conflicto afirmando que no se puede ir a la guerra con un país cinco veces más grande. Esa visión, que atrasa cuatro siglos, celebra el poder por encima de la legalidad. Merz y la UE buscan, por el contrario, evitar que el agresor sea premiado.

      Es una cuestión de autoridad, que se evidenciará en la entrega a Kiev de los misiles germanos suecos Taurus, un proyectil que vuela a ras del suelo, es indetectable y tiene mayor autonomía que los británicos, ses y estadounidenses. Un efecto disuasivo hacia Moscú que busca disolver el efecto del abrazo norteamericano al autócrata ruso y suministrarle, de paso, una ración de realismo al fogoso líder norteamericano.

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      Marcelo Cantelmi
      Marcelo Cantelmi

      Editor Jefe de la sección Mundo [email protected]

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