Ana Teresa Aguirre (66), médica de corazón, es fundadora y presidenta de una entidad que hace escuela en la provincia de Córdoba: la Fundación para la Asistencia Integral del Anciano (Faidela). El mundo de los adultos carenciados muchas veces se torna invisible; otras, no se lo quiere ver, pero en cualquier caso duele y lastima. Se prolonga la vida pero en condiciones ingratas y degradantes. Ante esta dura realidad, hace más de tres décadas, Aguirre creó Faidela, junto a cuatro personas con las que trabajaba en PAMI. Lo hicieron en Córdoba, y la entidad fue pionera en esta temática.
Su punto de anclaje y trabajo profundo está en los más desvalidos. Establecen con ellos un vínculo comprometido que trasciende la solidaridad convencional, la frontera de las posibilidades. Con su equipo y los voluntarios que se suman, no dudan en llegar a las villas o barrios periféricos en donde imperan la pobreza y las carencias.
Imágenes del desamparo
“Cuando estudiaba en la UBA y recorríamos las salas de los hospitales públicos pasábamos de largo ante anciano yacentes. En ese entonces recién empezaba la especialidad de geriatría. Me anoté, más por rebelión, bronca y una incipiente ganas de hacer algo por ellos. Después, trabajando en PAMI, supervisando hogares geriátricos contratados o por contratar, teníamos que estudiar las solicitudes de los familiares para internaciones. Ahí veíamos las falencias y las necesidades que crecían día a día. La prioridad era: personas sin familiares, sin vivienda, sin recursos … Presenciábamos situaciones extremas que nos llevaba a reflexionar: si esto pasa con quienes tienen PAMI ¿qué pasará con aquellos que carecen">