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      El deseo carnal: cómo influye la lujuria en nuestras emociones, según la neurociencia

      • Nuestra sexualidad está conectada con nuestras emociones e impulsos.
      • Aunque deseo carnal y lujuria son impulsos humanos, la lujuria suele estar objetada como un descontrol moral.

      El deseo carnal: cómo influye la lujuria en nuestras emociones, según la neurocienciaEl deseo carnal: cómo influye la lujuria en nuestras emociones, según la neurociencia./ Thinkstock Photos.
      Redacción Clarín

      Desde la neurociencia, la lujuria influye de forma intensa en nuestras emociones porque activa regiones del cerebro que están profundamente relacionadas con el placer, el impulso y la emoción.

      Una de las principales áreas implicadas es el sistema límbico, especialmente la amígdala, que procesa emociones como la excitación y el deseo.

      Cuando alguien experimenta lujuria, esta activación emocional puede ser tan potente que nubla el juicio racional y prioriza la gratificación sexual por encima de otros factores. También hay una influencia en la regulación emocional. En estados de alta lujuria, se reduce la actividad de la corteza prefrontal, que es la parte del cerebro encargada del autocontrol, la planificación y el juicio.

      Así, se puede afirmar que la lujuria no es solo una experiencia física o sexual, sino que afecta directamente el estado emocional. Pero veamos con más precisión qué dice la neurociencia sobre el deseo carnal y cómo influye la lujuria en nuestras emociones.

      El deseo carnal es algo natural para todos y se activa desde el cerebro.El deseo carnal es algo natural para todos y se activa desde el cerebro.

      El deseo carnal: cómo influye la lujuria en nuestras emociones, según la neurociencia

      Desde la neurociencia es necesario hacer una diferenciación entre el deseo carnal y la lujuria.

      El deseo carnal se refiere al impulso sexual básico que experimentan los seres humanos y está profundamente enraizado en la biología del cerebro. Desde la neurociencia, este deseo se asocia con la activación de estructuras cerebrales como el hipotálamo, el cual regula funciones hormonales esenciales, y con la liberación de dopamina, un neurotransmisor relacionado con el placer y la recompensa.

      Cuando una persona se siente atraída sexualmente por alguien, se activa el sistema de recompensa cerebral, generando una sensación intensa de motivación y bienestar que empuja a buscar la gratificación sexual.

      La lujuria suele catalogarse desde la moral o la ética. Pero fantasías como integrarse a un tercero son muy normales./ Shutterstock.La lujuria suele catalogarse desde la moral o la ética. Pero fantasías como integrarse a un tercero son muy normales./ Shutterstock.

      La lujuria, por su parte, puede tener una fuerte carga moral y cultural, especialmente en contextos religiosos o filosóficos.

      Mientras que desde la neurociencia puede explicarse como un fenómeno natural relacionado con el deseo sexual intenso, desde una perspectiva moral o ética, la lujuria suele verse como un exceso, una "pasión desordenada" o una forma de deseo que sobrepasa los límites considerados socialmente aceptables.

      Recordar que la lujuria es uno de los 7 pecados capitales según la tradición del cristianismo, especialmente en la doctrina del catolicismo.

      Deseo carnal y lujuria. Las dos ocurren en hombres y mujeres. Y están analizadas por la neurociencia./ Shutterstock.Deseo carnal y lujuria. Las dos ocurren en hombres y mujeres. Y están analizadas por la neurociencia./ Shutterstock.

      Históricamente, muchas culturas —especialmente aquellas con influencias religiosas— han definido la lujuria como un pecado o una falta de virtud, asociándola con la pérdida de control, el egoísmo o el uso del otro sólo como objeto de placer.

      En este sentido, no es solo el deseo sexual lo que se juzga, sino cómo y por qué se experimenta: si es desmedido, si ignora el consentimiento, el amor o el respeto, entonces es etiquetado como "lujuria" en términos morales.

      Entonces, podríamos decir que la lujuria es una mezcla de biología y moral: desde el cuerpo, es un impulso potente que busca gratificación; desde la sociedad, es evaluado, moderado o condenado según los valores predominantes. Esa dualidad es la que hace que el término lujuria sea tan cargado y debatido.

      Las personas tienen deseos, fantasías y atracciones propias. Personales. Y no hay dos personas iguales./ Shutterstock.Las personas tienen deseos, fantasías y atracciones propias. Personales. Y no hay dos personas iguales./ Shutterstock.

      Se entiende como una forma más intensa y descontrolada del deseo carnal. Aunque ambos conceptos tienen raíces similares en la biología, la lujuria suele implicar una búsqueda obsesiva del placer sexual, a veces desligada del afecto o el vínculo emocional.

      Desde el punto de vista neurocientífico, esta diferencia puede explicarse por una mayor hiperactivación del sistema límbico, especialmente la amígdala y la corteza orbitofrontal, que están implicadas en la regulación de emociones intensas y en la toma de decisiones impulsivas.

      También hay una influencia en la regulación emocional. En estados de alta lujuria, se reduce la actividad de la corteza prefrontal, que es la parte del cerebro encargada del autocontrol, la planificación y el juicio.

      Esto significa que, emocionalmente, la persona puede volverse más impulsiva, menos empática y más propensa a actuar movida por la emoción del momento. En contextos extremos, esto puede derivar en conflictos emocionales, culpa o arrepentimiento posterior.

      La sexualidad es estudiada desde la neurociencia. Pero es algo individual, personal y propio de la privacidad./ Shutterstock.La sexualidad es estudiada desde la neurociencia. Pero es algo individual, personal y propio de la privacidad./ Shutterstock.

      Dicho de otro modo, la lujuria no es solo una experiencia física o sexual: afecta directamente el estado emocional, intensificando el deseo y alterando el equilibrio entre razón y emoción. La neurociencia muestra que este proceso es natural, pero cuando es desproporcionado o descontrolado, puede influir mentalmente en la estabilidad emocional y negativa en la toma de decisiones.

      Ahora bien, ya sea que se trate de deseo carnal o lujuria, el sexo y el orgasmo no solo son placenteros, sino que también tienen muchos beneficios comprobados para la salud física y mental, según la ciencia.

      Beneficios inobjetables del sexo

      1. Reduce el estrés y mejora el estado de ánimo. Durante el sexo y especialmente durante el orgasmo, el cerebro libera endorfinas, dopamina y oxitocina, neurotransmisores relacionados con la felicidad, la relajación y la conexión emocional. Esto ayuda a aliviar la ansiedad, combatir la tristeza y mejorar el bienestar general.
      2. Fortalece el sistema inmunológico. Estudios han demostrado que las personas sexualmente activas tienen niveles más altos de inmunoglobulina A (IgA), un anticuerpo que ayuda a proteger el cuerpo contra enfermedades como resfriados o infecciones. Una vida sexual saludable contribuye a un sistema inmune más fuerte.
      3. Mejora la salud cardiovascular. Tener relaciones sexuales regularmente puede mejorar la circulación sanguínea, disminuir la presión arterial y reducir el riesgo de enfermedades cardíacas. Aunque no sustituye al ejercicio físico, el sexo es una forma moderada de actividad física que también activa el corazón.
      4. Alivia el dolor y mejora el sueño. Durante el orgasmo se liberan sustancias que actúan como analgésicos naturales, lo cual puede reducir los dolores de cabeza, musculares o menstruales. Además, después del sexo, muchas personas experimentan un estado de relajación profunda que favorece un sueño más reparador.
      Durante muchos siglos las religiones y gobiernos nos dijeran qué era lo correcto y que no lo era en sexualidad. Reprimió, pero no pudo erradicar las fantasías secuales. Y la libertad./ Foto Shutterstock.Durante muchos siglos las religiones y gobiernos nos dijeran qué era lo correcto y que no lo era en sexualidad. Reprimió, pero no pudo erradicar las fantasías secuales. Y la libertad./ Foto Shutterstock.

      El sexo, siempre que sea consensuado, seguro y saludable, es una experiencia que va mucho más allá del placer. Desde la neurociencia, actúan como poderosos reguladores neurológicos del bienestar: reducen el estrés, mejoran el estado de ánimo, fortalecen los lazos afectivos y pueden incluso beneficiar la salud mental y cognitiva a largo plazo.