Ubicado en el corazón de Avellaneda, a solo veinte minutos de Capital, hay un restaurante que ya es leyenda entre los fanáticos del buen asado. Con mesas largas, y platos que no paran de llegar, El Tano es uno de esos lugares donde la comida libre no es un eslogan, sino una promesa cumplida.
Pero como todo templo del buen comer, hay un secreto que los habitúes conocen bien: no todos los horarios son iguales para disfrutar de "El Tano". Saber cuándo ir puede marcar la diferencia entre comer tranquilo y esperar largo rato con el estómago vacío.
Los mejores días y horarios para ir sin esperar en El Tano
Quienes conocen el ritmo del local aseguran que los miércoles y jueves después del mediodía son ideales. A partir de las 15 horas, cuando abre entre semana, la parrilla ofrece su versión más tranquila: platos que llegan rápido, mozos sin correr de mesa en mesa y un ambiente relajado donde podés pedir todo sin apuro.
Ese horario es el momento perfecto para quienes disfrutan comer sin reloj, charlar tranquilos y probar desde la provoleta hasta el flan con dulce sin sentir el apuro de la fila afuera.
Los fines de semana, el horario clave es el domingo alrededor de las 14. Aunque puede haber algo de espera, no suele ser más de unos minutos. A esa hora, ya pasó el primer aluvión de gente y es posible encontrar mesa sin desesperarse. Eso sí, a la noche, tanto viernes como sábado, la cosa cambia: siempre hay espera, y mucha.

Qué comer en El Tano
Más allá del momento del día, lo que no cambia nunca en El Tano es la generosidad de su propuesta gastronómica. La parrilla libre arranca con una selección de entradas que podría funcionar como plato principal en cualquier otro lugar: chorizos, morcillas, mollejas, chinchulines y provoleta, todo recién hecho y para compartir.
Después, llega el turno de los cortes más buscados: entraña jugosa, matambrito tierno, pechito de cerdo crocante y bondiola con salsas caseras. Pero El Tano va más allá de la parrilla.

También hay opciones que salen del asador, milanesas grandes como bandejas, pollo al horno, pastas caseras con diferentes salsas, tortillas rellenas y otras delicias que completan la experiencia. Y para el final, postres tradicionales para los amantes de lo dulce: flan mixto, budín de pan, helado y alguna que otra sorpresa según el día.
Con precios accesibles, atención familiar y porciones que invitan a compartir, El Tano es mucho más que una parrilla: es una celebración del buen comer sin vueltas.
Newsletter Clarín
Recibí en tu email todas las noticias, coberturas, historias y análisis de la mano de nuestros periodistas especializados
QUIERO RECIBIRLO