Fue una costumbre que los argentinos mantuvieron durante más de un siglo en muchas provincias. Sobre todo en Mendoza, era común que la gente comprara el vino directamente en las bodegas y no en botellas cerradas sino en damajuanas que llevaban vacías para que se rellenaran.
La Bodega Norton fue una de las que mantuvo la tradición de vender vino suelto por más de cien años, hasta que en 2018 discontinuó la modalidad porque, según habían analizado los equipos a cargo, ya no podían garantizar las normas seguridad y calidad requeridas para ese tipo de expendio. Además, a diferencia de otras épocas pasadas, cada vez se acercaban menos vecinos para abastecerse de esta manera.

Ahora una provincia busca recuperar esa forma de acercarse al consumidor con un nuevo proyecto que cuenta con la aprobación del INV (Instituto Nacional de Vitivinicultura). El Gobierno de Río Negro acaba de lanzar el proyecto "Vinos de cercanía", a través del cual se podrá comprar el vino tirado directamente a veinte bodegas de esa provincia en damajuanas o botellones recargables de 1 a 5 litros. Que los envases sean de vidrio será un requisito obligatorio.
"La idea es fomentar que la gente de la zona se acerque a las bodegas y también que pueda acceder a los vinos a un precio más amigable", explica Marcelo Miras, enólogo de la bodega rionegrina Miras y director de Vitivinicultura de la provincia. La iniciativa también busca contribuir con la sustentabilidad, al reducir el uso de botellas, etiquetas y cajas.

En la implementación del sistema, que se está definiendo en estos días, serán claves los protocolos de higiene y control sanitario. Es por ello que, explica Miras, antes de hacer la reposición de la bebida habrá una estricta evaluación para confirmar que el envase esté en condiciones óptimas para que el vino no pierda sus propiedades.
El proyecto rionegrino será observado atentamente por directivos y representantes de la industria del resto del país, ya que si resulta exitoso podría replicarse. José Zuccardi, de Bodegas Zuccardi y presidente de COVIAR (Corporación Vitivinícola Argentina), señala que esta modalidad "es común en varios países de Europa, donde las poblaciones cercanas a las bodegas se abastecen así", y considera que podría funcionar también en el interior del país pero no en las ciudades más grandes.
El vino tirado, una tradición criolla de más de tres siglos
"La cultura de comprar vino suelto tiene una tradición muy profunda. En los siglos XVIII y XIX, las carretas llevaban 20 botijas de cerámica con 72 litros de vino de Mendoza hasta las pulperías de Buenos Aires", consigna el historiador Pablo Lacoste. "La costumbre se perdió por varios motivos, entre ellos, el abuso de los comerciantes deshonestos, que adulteraban y diluían el vino", sostiene.
En el siglo XX, cuando el consumo per cápita de vino era mucho más alto que el actual, la damajuana familiar -ya no recargable, sino vendida cerrada- vivió su época de gloria hasta los años 80, pero posteriormente hubo diversos factores que cambiaron los hábitos.
Un hecho que las generaciones mayores recuerdan bien fue el caso de los vinos sanjuaninos Mansero y Soy Cuyano, que se vendieron adulterados y provocaron la muerte de 29 personas en 1993. Pero más allá del impacto de este hecho en la opinión pública, el modo de consumir el vino en Argentina fue cambiando junto con el estilo de vinos que comenzaron a producirse en las últimas décadas.
Ahora, con la industria en búsqueda de nuevos formatos para la venta, como las latas y las cajas llamadas "bag in box", entre otras, esta flexibilización podría generar que el proyecto rionegrino sea imitado en otros puntos del país.