Hay esquinas que tienen memoria, y mesas que guardan más historias que un almacén de barrio. En la de Álvarez Jonte y el pasaje Tokio, en Villa Santa Rita, se encuentra El Tokio, un café que supo ser testigo de casi todo: tangos, partidas de truco, desayunos sin apuro y brindis de vermut. Abierto en 1930, como tantos otros boliches tradicionales de Buenos Aires, en sus primeros años tenía dos mesas de billar que, con el tiempo, dejaron paso a más sillas, más cafés y más charlas. Porque el tiempo pasa, pero el ritual del bar se queda.
La historia de este lugar, que cerró sus puertas en 2023 después de casi un siglo de vida, no sólo se mide en años, sino en personas. Y una de las más importantes fue Jesús Feas, un inmigrante gallego que empezó lavando copas allá por 1950 y terminó siendo el dueño. A fuerza de trabajo, anécdotas y olor a café recién hecho, Jesús dejó una huella imborrable en la identidad del bar.
En marzo de 2025, el bar volvió a abrir. Y lo hizo con alma de bodegón: platos clásicos, mozos con oficio y una carta que huele a cocina casera. El espíritu original sigue vivo entre las baldosas, con la barra como altar y el café servido con respeto. Porque hay lugares que no pueden desaparecer: sólo esperan el momento de renacer.
La historia de El Tokio
Para Miguel Feas, el Bar Tokio no es solo un café de esquina: es su casa, su infancia, su historia. Su papá, Jesús Feas, llegó desde Galicia con 16 años y sin nada más que ganas de trabajar. En 1950, consiguió su primer empleo como lavacopas en el Tokio, que ya funcionaba desde 1930 en la esquina de Álvarez Jonte y el pasaje Tokio, en Villa Santa Rita. A fuerza de laburo y dedicación, fue ganándose la confianza de los dueños hasta convertirse, años después, en el alma y el dueño del lugar.
“Con el transcurrir de los años y su fama de muy laburante y buena atención, a pesar de su corta edad, fue haciendo distintas tareas en el bar. Fue lavacopas, mozo, cocinero y después tuvo la posibilidad de asociarse a los dueños originales. Poco a poco, les fue comprando sus partes hasta que, a principios de los 60, ya era el dueño del bar”, le contó Miguel a Clarín en una entrevista en el mes de enero.

Jesús hizo literalmente su vida en el bar: fue mozo, cocinero, encargado, y finalmente, el patrón. A principios de los años 60, ya se había hecho cargo por completo del negocio. Durante más de cinco décadas, trabajó sin parar. Quince horas por día, todos los días. Sin vacaciones, sin feriados, sin descanso. En 2002, cansado y con la sensación del deber cumplido, decidió alquilar el local. Pero dos años después, falleció. El bar, sin él, ya no era lo mismo.
Para Miguel y sus hermanas, el Tokio fue su segundo hogar. Algunos de ellos incluso nacieron ahí, en la trastienda. Miguel pasaba horas jugando entre las mesas mientras su madre cocinaba y su padre atendía. La cocina de Jesús dejó una marca imborrable en la memoria familiar: milanesas inolvidables, guisos de lentejas, buseca, mondongo, albóndigas con puré. Platos de bodegón con gusto a hogar, que hoy buscan recuperar con la reapertura.

Después de la muerte de Jesús en 2005, dos parroquianos de toda la vida se hicieron cargo del bar y lo transformaron en un bodegón. Pero el deseo de volver al Tokio creció en Miguel con el tiempo. En 2023, finalmente retomó las riendas junto con Martín Conte, con quien emprendieron una restauración cuidadosa, respetuosa del espíritu original. Se recuperó el piso calcáreo de 1930, la barra original, la carpintería y hasta un antiguo toldo de aluminio, cuyo mecanismo fue restaurado pieza por pieza.
Hoy, en 2025, el Bar Tokio renace. Vuelven los sabores de antes, pero también los cuadros de siempre, como el retrato de Jesús y la versión barrial de “El Triunfo de Baco” que un artista pintó en los años 60 a cambio de comida y techo. Volvió el fileteado, volvió la luz que entra cuando se abre el toldo, y volvió una historia que nunca se fue del todo. Porque hay bares que son más que bares: son parte de la memoria emotiva de una ciudad.
Qué comer en El Tokio

En esta nueva etapa del Bar Tokio, la propuesta gastronómica busca honrar el linaje de los bares notables porteños. Martín Conte, socio de Miguel Feas, creció comiendo con su abuelo en bares de Caballito y fue habitué de muchos clásicos porteños. “No hay que salirse del libreto”, dice, convencido de que hay un ADN muy marcado en estos espacios. Con experiencia previa en gastronomía, cuando Miguel lo convocó para revivir el Tokio, no lo dudó.
La carta se construyó sobre una idea firme: recuperar recetas de la cocina porteña e italiana que forman parte del acervo popular. “No había que correrse de ahí. Sí dejé en claro que quería lo nuestro pero bien hecho”, explica Martín. Su objetivo también es rescatar platos olvidados o que solo aparecen en fechas festivas, y darles un lugar permanente en la carta.

Al mediodía hay menú con plato del día, bebida (agua o soda) y café. “Está pensado para los vecinos que salen a comer algo y para el laburante”, resume Martín. La idea es que el barrio tenga un lugar de comida casera, rica y accesible. Para quienes llegan por primera vez, recomienda empezar por los buñuelos de acelga ($ 5.000), la empanada de carne ($ 2.500) o la tortilla ($ 6.000): tres entradas que ya se convirtieron en favoritas del público. También se lucen las croquetas de osobuco y la lengua a la vinagreta.
Entre los principales, la milanesa de nalga es la estrella de la casa, con la versión napolitana al tope de los pedidos ($ 12.500 viene con papas fritas). El bife de chorizo no se queda atrás ($ 16.500 con papas fritas). También hay platos que remiten a la cocina de las madres y abuelas: albóndigas con puré ($ 11.000), pollo al horno con papas españolas, y pastas como ñoquis y tagliatelle con distintas salsas.

Los postres siguen la misma línea clásica y afectiva: flan ($ 6.500), vigilante y duraznos con crema, en porciones generosas. “Queremos que la gente diga ‘comí espectacular por un muy buen precio’”, dice Martín. Y lo están logrando: los vecinos ya celebran la propuesta, y un nuevo público de entre 30 y 40 años empieza a dejarse tentar, atraído por la puesta en valor del lugar, pero también por la cocina honesta, sabrosa y sin vueltas.
El Tokio, Tokio 2085, Villa Santa Rita. Lunes a viernes de 8 a 18 hs. Sábado de 8 a 16 hs. Instagram: @eltokiobar
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