Cuando la Avenida Triunvirato se cruza con la Avenida Combatientes de Malvinas, tres barrios convergen en un mismo punto: Villa Urquiza, Parque Chas y Villa Ortúzar. En la esquina que pertenece a este último se encuentra El Barrilito, un bodegón con más de 50 años de historia que sigue vigente gracias a un plato que lo define: sus milanesas gigantes.
Alcanza con leer las reseñas de los clientes para entender la fórmula del éxito: porciones abundantes, precios accesibles y un servicio amable. Muchos destacan la limpieza del lugar, otros se rinden ante las pizzas o celebran las milanesas pensadas para que las disfruten hasta cinco comensales.
Barrilito abre todo el día y eso le permite conectar con distintos públicos. A la mañana, los vecinos de más edad se acercan a leer el diario en papel. Al mediodía, las mesas se llenan de chicos de los colegios de la zona que vienen por las hamburguesas. Y a la noche, el bodegón cobra otra vida: grupos de amigos y familias numerosas comparten platos generosos que invitan a quedarse un rato más.
La historia y qué se come en El Barrilito
En Villa Ortúzar (aunque ellos se digan de Villa Urquiza), donde conviven vecinos de toda la vida, edificios nuevos y bodegones que parecen detenidos en el tiempo, El Barrilito se mantiene firme desde 1968. Nació con alma familiar: una madre cocinera y sus dos hijos pusieron manos a la obra en un local que pronto se ganó el corazón del barrio.
Pasó por distintos dueños hasta que, en los 90, lo tomó el actual propietario, quien en 2016 decidió alquilarle el fondo de comercio a Rodrigo Ferreiro, hasta ese entonces empleado de gastronomía con experiencia en casas de renombre y muchas ganas de tener su primer emprendimiento propio.

Al principio, el equipo era mínimo: Rodrigo se turnaba con su hermano en la caja, un mozo, y un cocinero. La carta se rehízo desde cero. Rodrigo venía de trabajar en El Imperio de Chacarita, famoso por sus pizzas, y pensó que ese sería el camino. Pero la clientela lo llevó por otro lado: “Nos fuimos para el lado de las milanesas porque era lo que la gente quería”, cuenta. Y vaya si le hicieron caso: hoy son el ícono del lugar.
La estrella indiscutida es la milanesa gigante, una incorporación de hace siete años que no para de sumar fanáticos. Hay opciones clásicas como la napolitana y otras más osadas como la americana, con cheddar, panceta crocante y huevos fritos.

El plato no escatima: una platina completa de milanesa gruesa, bien dorada, y las papas fritas en plato aparte para que no pierdan su crocancia bajo semejante peso. Son porciones pensadas para compartir entre cinco personas. Y siempre hay alguien que quiere intentar comerla solo. ($ 47.500)
A la carta se suman pastas caseras, con clásicos como los ñoquis del 29, y pizzas altas al molde, bien porteñas, con mucho queso (desde $ 16.000). Estas últimas salen más de noche, cuando el salón se llena de grupos de amigos en mesas largas, risas fuertes y pedidos múltiples. También hay menú del día a $12.000, que incluye plato principal, bebida y café, ideal para el almuerzo cotidiano de barrio.
Se completa con clásicos infaltables de bodegón. Entre las entradas, las rabas crocantes ($ 18.000) y las tortillas bien jugosas son de lo más pedido, ideales para arrancar con algo para picar en la mesa ($ 11.000). Y para cerrar como se debe, los postres dicen presente con opciones tradicionales, aunque hay un claro favorito: el flan casero, que se puede pedir con crema, dulce o ambos —como corresponde— y nunca decepciona.

El Barrilito no duerme: abre todo el día y tiene clientela variada. Al mediodía, incluso, reciben mesas de chicos del colegio, sin adultos. “Nos llaman los papás, nos avisan cuántos vienen y nos transfieren el dinero. Ya nos conocen todos”, cuenta Rodrigo, que ve cómo se forma una nueva generación de comensales fieles.
El salón tiene un desnivel, y las mesas del fondo son codiciadas por quienes festejan cumpleaños o se juntan a ver los partidos. Rodrigo recuerda el Mundial de Qatar con una sonrisa: “Empezaron siendo cuatro, después diez y terminaron siendo 65. Todos apretados, pero decían que era la cábala”. El Barrilito, además de bodegón, fue sede de celebraciones futboleras.

Rodrigo también es parte de otros emprendimientos en la zona: el Café de la U, también en Urquiza, la parrilla Don Emilio en Villa Pueyrredón y una vermutería que abrió frente al Barrilito, justo en una esquina que técnicamente también es Urquiza y lleva el nombre Lombardi, en honor al apellido de su abuela.
En fechas patrias como el 25 de mayo o el 9 de julio, el bodegón se viste de celeste y blanco y despacha hasta 150 porciones de locro. La esencia siempre es la misma: comida abundante, rica, con sabor casero y precios pensados para seguir siendo parte de la vida cotidiana del barrio. Como desde 1968.
El barrilito. Avenida Combatientes de Malvinas 3401, Villa Ortuzar. IG: @elbarrilito
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