Hay restaurantes que se convierten en clásicos no solo por lo que ofrecen en el plato, sino por todo lo que construyen alrededor: constancia, trabajo y una mirada atenta al detalle. Happening es uno de esos casos. Cumple 60 años y sigue siendo un nombre fuerte en la Costanera, donde la certeza de comer bien está siempre garantizada. Hoy, el legado familiar continúa en manos de la tercera generación, que supo aggiornar la propuesta para mantenerse vigente y atraer también a nuevas generaciones de comensales.
La historia comenzó en 1965 con un carrito en la Costanera. Allí, la familia Brucco empezó a servir sándwiches y carnes a la parrilla, con la mirada puesta en el producto y la atención personalizada. Con el tiempo, ese pequeño puesto se transformó en un restaurante de referencia, sin perder nunca de vista la esencia de la hospitalidad. Supieron entender que, más allá del corte de carne, lo que marca la diferencia es la experiencia completa.
Con vista al río y una atmósfera que combina tradición con toques actuales, Happening es más que una parrilla. Es un restaurante que mantiene su identidad sin quedarse en el tiempo. Platos como el asado banderita, con sus costillas tiernas y sabrosas, conviven con una carta pensada para distintos paladares, en un entorno donde comparten mesa familias, habitués históricos y nuevas generaciones que llegan por recomendación o curiosidad.
La historia de Happening
A mediados de los años 60, Osvaldo Brucco era publicista. La gastronomía no formaba parte de su vida, hasta que un cliente que no podía saldar una deuda le ofreció, como parte de pago, un carrito en la Costanera. El ofrecimiento parecía más una carga que una oportunidad: sin luz, sin gas y sin baño, Osvaldo dudó en aceptarlo.
Pero fue Beba, su esposa, quien vio potencial donde nadie más lo veía. Quería ayudar a su hermano Óscar, que estaba desempleado, y convenció a Osvaldo de quedarse con el carrito. Trágicamente, Óscar falleció en un accidente poco tiempo después, y fue entonces cuando la pareja Brucco decidió tomar las riendas del negocio.

“Mi abuela era muy exquisita con los productos que vendían. Se iba hasta Liniers a buscar el lomo que le gustaba, estaba en el detalle y eso la gente lo empezó a valorar”, cuenta Lucas Brucco (33), nieto de Osvaldo y hoy al frente del restaurante. La búsqueda obsesiva por la calidad los distinguió del resto de los puestos. En un entorno donde predominaban las hamburguesas y choripanes, ellos ofrecían cortes finos y bien tratados. El carrito número 55 empezó a hacerse un nombre, tanto entre vecinos como entre figuras del mundo del arte y la noche.
En 1965, una reubicación municipal forzó a los Brucco a mudarse de lugar, pero también les dio la posibilidad de crecer. Ese mismo año inauguraron Happening, un restaurante que reflejaba el espíritu bohemio y moderno de la época. El nombre fue una sugerencia de amigos de Beba, como el “Gordo” Bergara Leumann, y rápidamente el lugar se convirtió en un punto de encuentro para artistas como Marta Minujín y habitués de la noche porteña. Happening combinaba buena cocina, calidez familiar y una mirada pionera en cuanto a servicio y ambientación.

Mientras Osvaldo pensaba estrategias comerciales que rompían el molde, Beba se ocupaba de seleccionar los ingredientes y de inventar platos que marcaron época. Juntos recorrieron la ciudad para encontrar proveedores y cortes inéditos para la parrilla porteña, como el asado banderita o la colita de cuadril. Beba también fue una de las primeras en ofrecer matambrito de cerdo, que ella misma repartía en su Ford Falcon.
En 1977, un decreto municipal los obligó a cerrar el carrito original, pero lejos de abandonar, la familia redobló la apuesta: inauguraron un local moderno, con vista al río y diseñado por el arquitecto Alberto Camardón. Ese fue el paso que consolidó a Happening como un ícono gastronómico de Buenos Aires.
Con los años, el restaurante fue testigo de historias grandes y pequeñas. “En una misma noche podías cruzarte con Joe Cocker, Liza Minnelli o Bon Jovi. Incluso los Rolling Stones pidieron provoletas de Happening durante una de sus visitas”, recuerda Norberto La Porta, quien trabaja en el local desde 1981. Don Osvaldo no le tenía miedo a los cambios: “Se animaba a sacar platos exitosos de la carta, tomaba riesgos y la pegaba”, agrega.

También abrieron un local en Recoleta, que comandó otro hermano de Osvaldo y luego abriría Puerto Madero. Pero Osvaldo decidió seguir apostando por la Costanera y en los 90 abrió Gardiner.
Lucas Brucco, nieto del fundador, es hoy quien continúa con el legado familiar. “Fue por elección”, aclara, y prefiere evitar la palabra “herencia”: “Tiene un peso negativo, esto es un legado”. Desde chico sintió que el restaurante era parte de su vida: “Cada evento familiar se festejaba acá. La mesa de mi abuela es emblemática”, cuenta sobre la mesa 27, redonda, ubicada en el centro del salón. Con 60 años recién cumplidos, Happening sigue siendo una de esas raras excepciones en las que tradición y vigencia conviven sin esfuerzo.
Qué se come en Happening

En Happening, la tradición se mezcla con la innovación para ofrecer una carta que respeta el espíritu parrillero pero que no teme adaptarse a los tiempos. Desde sus comienzos, la creatividad fue una marca registrada: mousse de dulce de leche, cheesecake neoyorquino nacido de un viaje con Guillermo Vilas y hasta ensalada César con granola. La cocina se fue aggiornando con nuevas técnicas y sabores sin perder su esencia.
“Mis abuelos dejaron una huella imborrable. Mi mayor desafío es honrar su legado manteniéndonos en la vanguardia, pero sin perder la esencia que los hizo únicos”, cuenta Lucas Brucco, nieto de Osvaldo y Beba, y actual responsable del restaurante.
Uno de los íconos indiscutidos de Happening es el asado banderita ($ 43.000), una rareza dentro de la parrilla porteña. “El primer restaurante que sirvió la tira banderita fue Happening. De un animal de 500 kilos salen solo dos tiras de las que usamos nosotros, tienen que ser del centro, las cinco del medio”, explica Lucas.

El proveedor es un frigorífico de Mataderos, y aunque no suelta el nombre, es todo lo que cuenta: la materia prima es clave. No hay secretos rimbombantes, solo carbón, técnica y un corte que, bien hecho, no necesita nada más.
La carta también contempla otras opciones para quienes buscan algo diferente. “Antes era todo parrilla y nosotros fuimos adaptando la carta a las tendencias siempre respetando la esencia de la parrilla. Por eso servimos pescados y verduras”, agrega Lucas. Dentro de esos platos, la trucha a la parrilla ($ 35.000) es una de las más pedidas. El matambrito, ($ 32.000) recortado en forma de rectángulo, con costra crocante y bien dorado, es otro de los favoritos de la clientela habitual.

La evolución también se nota en el servicio. “Antes podíamos hacer 1000 cubiertos en un día, hoy 500, por los detalles, desde la cocción al emplatado. La atención también es más exclusiva”, señala Lucas. El foco está puesto en cuidar cada paso, desde el fuego hasta el plato.
Además, están trabajando para ampliar la parrilla y sumar más pescados y mariscos, no solo por la demanda del público sino porque hoy hay más variedad y una pesca más accesible.

Para quienes visitan Happening por primera vez, Lucas tiene su trío ideal: como entrada recomienda la empanada de carne, ($ 5.500) de principal sugiere ir directo al emblema de la casa, el asado banderita, y para cerrar, la merengatta ($ 11.000), un postre simple pero efectivo, con helado, merengue italiano y frutas de estación. Una experiencia que resume 60 años de historia con sabor, detalle y fuego bien cuidado.
Happening. Av. Costanera Rafael Obligado 7030, CABA. Todos los días de 12 a 1.30 hs. Instagram: @happeningba
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