“Pasan los mecenas, pasan los censores. Pasan hipócritas y moralistas. Quedan las publicidades”, podríamos parafrasear al gran Enrique Pinti. A más de medio siglo de sus lanzamientos, por escandalosas o populares, tiernas o prohibidas, por haber lanzado a la fama a sus protagonistas o por sus slogans para el infarto de los puritanos estos avisos publicitarios aún resuenan en la memoria colectiva.
Una diva total
Encabeza la lista Susana Giménez y su shock. No era rubia, sino morocha, modelo por necesidad -como contó muchas veces- encontró a los 24 el camino al olimpo de las celebrities.
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Año 1969, la televisión (en blanco y negro) se conmueve con ella desnuda bajo la ducha enjabonándose generosamente con el “shock de perfume y limón” de Cadum.
Separada, maestra de primaria (aunque nunca ejerció), para mantener a Mercedes -la hija que tuvo a los 18 años con Mario Sarrabayrouse- Susana trabajaba como secretaria, cosía de noche para llegar a fin de mes, y como eso no alcanzaba decidió llevar sus fotos a Lowe, la agencia de Héctor Cavallero (luego sería su pareja por nueve años).

Su primer aviso fue el de whisky Carson, siguió uno de Valet, pequeños papeles en cine y el debut como invitada en Sótano Beat (Canal 13). Dos años antes del “shock”, en 1967, llegó su primera tapa de Gente (de las 158 que hizo). ¿El título? “Susana, la mujer que... ¡mata!”. Adentro, doble página con cinco fotos y llamada por su nombre, nada menos.
En 1969 los directivos de Cadum la eligieron para la campaña que les permitió facturar millones. Se rodó en Ascochinga y el cierre no era Susana en la ducha, sino en una cascada en las sierras cordobesas, con ella girando su cabeza a cámara para emitir el mítico “shock”. “La publicidad que me cambió la vida”, evocaría 50 años después.
La insólita guerra entre la manteca y la margarina
A principio de los ’70 se instaló una batalla comercial entre dos productos que querían conquistar el desayuno y la merienda argentinos. En este rincón, la manteca, con un peso de 200 gramos. En el otro, el retador, la margarina, que quería terminar con el reinado de su rival.
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“Mmm... no tengo manteca. ¿Y si le pongo margarina?” -exclamaba la notable Juana Hidalgo, en su rol de ama de casa-. Prepara los fideos, se los lleva contenta a su “maridito”, y cuando se va susurra triunfante: “¡No se dio cuenta!”. Acto seguido el señor en cuestión, que por alguna extraña razón come con el saco puesto, le revolea -literalmente- el plato de fideos por la cabeza. Al tiempo que se escucha la voz del locutor: “A los suyos, no los engañe, la margarina no es manteca”.
Hoy resulta difícil entender cómo esa publicidad -que se grabó en 1971 y se estrenó en 1972 -pasó los filtros de los creativos, ya que no causó risas sino indignación, al punto que Sancor decidió sacarla del aire.

En medio de la polémica, ese mismo año sus “contrincantes” estrenaron un comercial para promocionar su producto en pan o en pote, apto para todo público, sin violencia y sin famosos.
“Dánica dorada, Dánica dorada, era para untar, era para untar”, canturreaba entusiasmada Mariana (interpretada por la nena Carla Crucianelli), que a pedido de su mamá iba a comprar la margarina y para no olvidarse iba cantando fuerte su latiguillo, revoleando sus dos trenzas, y deteniéndose a saltar la soga con sus vecinitas camino al almacén.
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En el ring de la publicidad la margarina ganó por KO. Y el latiguillo quedó para siempre.
Le bajaron la caña
Seguramente Norma Sebré -quien murió el 4 de febrero pasado- nunca imaginó que al decir “Me bajás la caña, Carlos” provocaría un revuelo tal que el aviso terminaría prohibido.

Modelo, la preferida de Jean Cartier, tan elegante como escultural, a partir de este spot de 1973 se convirtió en una de las mujeres más deseadas del país.
¿Qué tenía la publicidad de la caña quemada Carlos Gardel además de la frase del oprobio? A la rubia, sugerente y sexy, recostada en un sillón de una habitación psicodélica, escuchando blues. Aparece el tal Carlos, lo besa y le hace el singular pedido que no era otra cosa que le baje la botella de caña del estante, pero lo dicho liberó al aire todos los ratones del doble sentido.
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El escándalo impulsó la carrera de Sebré. Goar Mestre, pionero de la televisión argentina, le abrió las puertas de Canal 13. Alberto Olmedo la convocó para reemplazar a Ethel y Gogó Rojo en El Chupete, en cine trabajó con Sandro El deseo de vivir y Alejandro Romay la posicionó como primera vedette del Teatro Nacional.
“¿Para qué le habrán puesto cabaios?”
Legui, el competidor directo de la caña Carlos Gardel ¿casualmente? lanzó ese mismo año (1973) su publicidad más famosa.
La historia, aunque transcurre en el Reino Unido, pontifica la argentinidad al palo. El spot abre con el cartel “London” y entra en la casa de una familia que comparte la caña con un amigo. El dueño de casa asegura en un español afectado: “En Argentina hay gente que no la conoce. Nadie es profeta en su tierra”. Al mirar la etiqueta, su compañero de copas exclama: “¿Para quei le habrán puesto cabaios?”.