De no ser por Mirtha Legrand, sería el personaje más grande de la televisión argentina. Este lunes 15 de abril cumple 95 años y hasta hace un ratito estuvo en la primera fila de la tribuna de Gran hermano (la noche en la que se fue Damián), el reality de Telefe que lo tiene cada miércoles y domingo como invitado de lujo. Aplaude, alienta, bromea, hincha por uno, por otro, parado atrás de la valla como si fuera un pibe. “Es que me siento un pibe. Para mí es todo un plan ir al programa. Y Santiago me hace sentir su abuelo”, confiesa José María Bordone.
Pero en el canal, en las casas, en la calle se lo reconoce como el Oráculo, apodo que le puso el conductor hace cinco años cuando lo tuvo como participante en ¿Quién quiere ser millonario? Ahí ganó 180 mil pesos: “No me quejo, estaba con chance de llegar a los 500 mil, pero no escuché algo que dijo Santiago en la de 300 mil, seguí y pifié. Pero, vamos, bastante lejos llegué. Pensá que sólo tengo 6° grado y lo terminé de noche y a los 18 años”. Se ríe divinamente de muchas de sus respuestas.
Sentado en el living de su casa, un departamento de Almagro ambientado con fotos, trofeos de sus tiempos de atleta, toda clase de recuerdos, mucha decoración en sepia y varios retratos de Carlos Gardel, tiene una sola exigencia. Lejos de las pretensiones de los entrevistados de ahora- de YouTubers a actores, pasando por traperos- pide, como en un susurro vergonzoso, “vos hablame fuerte porque no escucho casi nada, estoy medio sordeli”.
Atento a los riesgos de esta época, antes de fijar la cita en su domicilio chequeó que la entrevista fuera algo real. “Uno no puede llevar a cualquiera a su casa. Hoy te estafan por todos lados. La otra vez me quisieron meter el perro con una nota y cuando les pedí unos datos me cortaron”, cuenta el hombre que esperó al equipo de Clarín en la vereda, desde media hora antes del horario pautado. Los vecinos pasaban y lo saludaban con “Grande, maestro”, “Aguante el Oráculo”. Es la estrella de esa cuadra de Agrelo.
Una vez que estábamos todos, invitó a entrar. Detrás de la puerta del edificio había una escalera empinada, larguísima, que él subió más rápido que el resto. “Me cuesta porque me duelen mucho las rodillas, pero el ejercicio hace bien. Yo la subo y la bajo varias veces. De hecho, hoy (un jueves) llegué a las 2 de la matina después del programa”.

-¿Volviste en remís?
-Ma qué remís. Me lleva la Fasolo (Claudia, la locutora) desde Martínez a Liniers en auto. Y ahí me tomo un colectivo para venir a casa. Llego a la madrugada y me caliento la comida.
Sin celular, como en la casa de Gran hermano
José es un personaje encantador, de esos que muchos periodistas deben extrañar de este lado del grabador. A propósito del grabador, dice: “Mirá vos, no me digas que vas a hacer la nota con eso tan chiquito… qué barbaridad, cómo progresó todo. ¿Lo puedo agarrar? Una maravilla, yo conocía los grabadores grandotes”.
-¿Usás celular?
-No, mi sobrina me quiso regalar uno y dije ‘No, no quiero saber nada’. Primero que no entiendo cómo se usa, debería practicar y ya veo que me vuelvo loco. Y, segundo, ¿a quién llamo? No tengo hijos, no tengo esposa…
-¿Te manejás sólo con el teléfono de línea?
-Sí, me alcanza y me sobra. ¿Quién me va a llamar a mí? Ojalá no sea necesario, pero el día que haya que ir al hospital que me lleven y listo. Mientras tanto, ¿para qué quiero un celular?, a ver si termino como esos hombres y mujeres que están en el colectivo jugando, mirando fotografías y se pasan de la parada porque se distraen, están metan mensajito o video. No, dejá, me divierte más mirar por la ventanilla.
-¿Cómo te arreglás con la producción del programa?
-Ya quedó fijo que voy miércoles y domingo (las galas de nominación y eliminación, respectivamente), pero si es necesario me llaman acá y me dice 'Che José, hoy no te vengas que vamos sin público o pasó tal cosa'. Pero si ellos no me suspenden yo voy siempre, me encanta, aunque llueva o pase lo que pase.
-¿Cómo vas hasta Martínez?
-Tomo un colectivo acá en la esquina hasta Jujuy, el 115. Ahí me tomo el 118 hasta las Barrancas de Belgrano y después el 60 que me deja en Fleming, en la puerta del canal.
-¿Y quién te carga la SUBE?
-No la necesito, yo viajo gratis, tengo el carnet especial. Tengo el mío y el de mi señora. ¿Ves? En este dice “Blanca López”, que murió hace 4 años, y en el mío dice “Jose María Bordone”. Yo llevo siempre los dos. Los dos éramos sordos, los tenemos por discapacidad de sordera.

El amor después del dolor
Muy a su pesar, Blanca también se hizo conocida, por ser “la mujer del Oráculo”. Ella lo acompañó varias veces a Telefe en el 2019, cuando él participaba. “Pero a mi señora no le gustaba esto de las cámaras. Vivimos juntos 60 años, desde el ‘59 hasta que falleció, el 21 de junio del 2020, en plena pandemia. Pero no murió de Covid, sino por problemas del estómago. Tenía 93 años y ya no quería vivir más. Me decía ‘José, llamá al médico y que me venga a dar una inyección o algo, me quiero morir, no doy más’”.
-¿Y vos qué le decías?
-Yo le preguntaba: 'Pero ¿qué hago Blanca si vos te morís?'. Y ¿sabés qué me contestaba?: 'José, yo sé que vos te vas a arreglar bien, dale, dejame morir'. Fue terrible, el estómago ya no le daba más. Y yo seguí, qué iba a hacer. Tenía razón Blanquita, me arreglo bien. Hago todo solo.
No fue necesario cortar la nota, él supo manejar el clima de las confesiones, de los recuerdos, del amor después del amor cuando el otro no está. Un desgarro.
Pero él habla del tema a fondo sin necesidad de llorar en público. Su almohada y su soledad sabrán. Sin intención de salir forzadamente del tema, amplía su nuevo escenario solitario: “Tenía razón Blanquita, me arreglo. Lavo la ropa, plancho, limpio el baño, la cocina, barro, lavo las cortinas, lo que sea, no es tan difícil”.