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      “Quiero mostrar una forma de vida”

      El realizador francés habla de su premiado filme, estrenado el jueves, un thriller dentro de una comunidad homosexual.

      Redacción Clarín

      El afiche de El desconocido del lago, de Alain Guiraudie, apela a la cultura juvenil, al cómic y la iniciación sexual adolescente, pero en realidad se trata de un thriller. El homicidio se produce muy al comienzo, y el muerto encarnará, en toda la película, el misterio tan ostensible que los involucrados no lo quieren ver.

      Fue elogiada con estridencia por la crítica sa (Cahiers du cinema la dio entre las tres mejores películas de 2013). Un balneario lacustre donde exhibirse a pleno sol, como lagartos de piernas abiertas, y el bosque que es su lado oscuro -y ofrece la merienda sexual sobre la hierba en acoplamientos que sólo a simple vista son combinaciones aleatorias.

      El desconocido... encuentra su mayor intensidad en el registro casi documental de esa pequeña y curiosa comunidad de una playa nudista de levante gay imaginaria, en el sur de Francia. El desenlace deja un planteo ético, se presenta casi como una fábula moral en el sentido más clásico. De paso en Buenos Aires, el director comenta así su propia película.

      “Yo mismo me hago esa pregunta, qué es lo que determina cuándo se ha conformado una verdadera ‘comunidad’. ¿Alcanza con tomar sol desnudos en una playa, ser todos homosexuales y tener sexo? En ese sentido, seguramente la película hace consideraciones de moral.

      -Quienes las encarnan no pertenecen a la generación de los protagonistas: el detective, el amigo bisexual que no salió del placard; hay una crítica generacional...

      Si bien no conocemos la sexualidad del inspector, lo vemos interesado en ese mundo homosexual de manera muy personal. Pero ya se sabe que los policías en el cine son quienes se hacen las preguntas del público, no sólo morales sino las del sentido común. Pero es bien sabido que en la historia del cine y del thriller, el detective suele ser quien asume las preguntas del espectador. El es quien cuestiona el hábito de tener sexo antes de haber preguntado por su nombre a su amante.

      El filme tiene un aliento documental.

      Están todos los arquetipos, el voyeur que va a la playa a masturbarse, el desorientado que busca mujeres allí, el higienista compulsivo, que quiere usar preservativo para todo. Encarnan gente a quien conocí. Pero he buscado superar el documental y entrar en la ficción. Todo el mundo allí existe, pero en un momento dejamos la abstracción del figurante (todos llevan siempre la misma ropa, estacionan el coche en el mismo sitio) para desplegar la trama policial concreta.

      ¿Qué pasa con la mirada del espectador? Para el heterosexual, que no tiene la chance de conocer este “modus operandis” de la sexualidad gay salvo en el porno, el filme tiene un valor etnográfico.

      Y a mí me interesaba desplegar los modos, no del mundo gay, sino de este grupo específico. Lo que quiero mostrar es un modo de vida. El detective de alguna manera encarna el valor de la monogamia. Conozco homosexuales que viven de otro modo, que jamás irían de ligue a una playa nudista. En este sentido, mi filme se dirige a un público curioso. Me gusta citar una frase de Jean Vilar: “Hay que darle al público aquello que aún no sabe que espera”. Para eso hacemos cine, para mostrar otro ángulo de lo real.

      En su filme, un poco como en “La vida de Adèle”, es una idea potente que la pornografía ya sea sólo uno entre los muchos lenguajes disponible para el cine; liberado de cualquier etiqueta.

      Estoy en desacuerdo; he tratado de sacar el sexo del discurso porno. Hay muchas escenas, pero pocos planos de sexo explícito, apenas dos -una eyaculación y una fellatio-. El sexo participa de la tensión de la película... A mí me interesa poner el acento en la idea de que el amor, la pasión y las grandes emociones están vinculadas con los órganos, es algo diferente al porno. El cine históricamente puso los genitales del lado de lo sucio y reservó las emociones y sentimientos para la poesía, el gran cine, la alta cultura.

      Es conmovedor que sea el cine francés el que últimamente nos cuenta poderosas historias de amor y mal de amores, aún dentro de la homosexualidad.

      Yo quería hacer una película romántica, sobre la angustia y el deseo, sobre el deseo de muerte. A nosotros, ses, históricamente nos interesa llegar al punto extremo del deseo, llevarlo en el relato a su máxima intensidad.


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