El GP de Emilia-Romagna desde adentro: la locura de los miles de argentinos por Colapinto y la nostalgia por el posible adiós a Imola

La vuelta al mundo está apagada y ya no ilumina el playón, que se hunde en la oscuridad del Parco Acque Minerali. Solo en la cartelería de los negocios que ya fueron desarmados quedan rastros de que hasta hace un rato aquí había un Gran Premio de Fórmula 1. Pero al cerrar los ojos, todavía puede observarse la marea roja de tifosi y escucharse el acento argentino de aquellos que no dudaron en viajar de más cerca o más lejos para apoyar a Franco Colapinto en su primera carrera de esta segunda etapa. Más aún después del accidente en la clasificación.

"Cuando chocó fue una amargura...", suspira Martín, oriundo de Azul aunque vive en Berazategui, y comenzará la peregrinación de la estación de Imola hacia el Autódromo Enzo e Dino Ferrari junto a su novia, con quien inició este viaje por Italia que incluía la carrera antes de saber del ascenso del argentino en Alpine. "Yo estaba ahí en la tribuna mirando y me puse muy mal. Pero, bueno, después uno piensa en la presión que debe tener el chico, la gente, el equipo, presionándolo para que él haga puntos, para que demuestre que es mejor que Doohan", reflexiona.

En la caminata de casi dos kilómetros el encuentro con Rodrigo es espontáneo: su acento cordobés y su bandera argentina cual capa lo hacen sobresalir sobre el resto. No es su primer gran premio, porque se fue de Argentina hace unos años para vivir en Italia, lo que le abrió las puertas tanto de Imola como de Monza en el pasado, donde conoció a aquel argentino que primero se destacó en Fórmula 3 y luego en F2. Pero ahora cruzó el Océano Atlántico desde México, donde reside actualmente, con su novia, su suegra y su primo. Las entradas las compró hace seis meses "especulando con que Franco podía llegar a estar". "Cuando lo anunciaron, me volví loco, imaginate", expresa, al tiempo que cuenta que aunque vive a dos horas del Autódromo Hermanos Rodríguez del DF, ir a ver la carrera que allí se realizará en octubre cuesta más que estar en Imola.

Entre ellos, aunque acaban de conocerse, coinciden en que el piloto argentino "tiene futuro, va fuerte y no tiene miedo" y que "tiene que demostrar que puede estar y ganarse el asiento, pero tiene que pensar y usar la cabeza". "Y los hinchas -advierte Martín- estamos todos apurados, queremos que salga primero y la Fórmula 1 no es así. Debe tener todo un proceso en el cual tiene que aprender. Estamos todos muy contentos con Colapinto. Pero tengamos paciencia y disfrutemos que tenemos un argentino que hace años que no teníamos uno".

Del otro lado del puente que cruza el río Santerno, unos metros después del ingreso, aparece Clara. Parece una tifosi con su gorra y bandera de Ferrari en la espalda pero debajo lleva una camiseta de la selección argentina de fútbol y su identidad se declara. “Vine con mi abuelo en un viaje de festejo de mi cumpleaños de 15. Estábamos en Roma y cuando anunciaron a Franco para esta carrera, sacamos la entrada y los pasajes y nos vinimos”, cuenta emocionada luego de ver a los pilotos pasar en el colectivo descapotable durante el Drivers Parade.

Allí, entre la multitud de personas de todo el mundo que aprovechan para almorzar antes de que comience la carrera, muchos tienen cartelitos con una frase en inglés convertida en hashtag para generar repercusión en las redes sociales: “#KeepImola”. Es que el contrato de la Fórmula 1 con los organizadores de este gran premio vence a finales de 2025 y aún no fue renovado. Por eso también es que estuvo el ministro de Deportes de Italia, Andrea Abodi, reunido con Stefano Domenicali, quien este año renovó su cargo como CEO de la F1 hasta 2029 y es el hombre fuerte de las decisiones en el paddock.

“Digamos que, en este momento, hay negociaciones en curso que involucran al gobierno regional, al gobierno nacional y a la organización, para tratar de que se mantenga (la carrera). Hay esencialmente hay dos obstáculos: uno económico y otro relacionado con el doble compromiso en Italia, y que deben resolverse”, le explica a Clarín el periodista italiano Fabrizio Cicciarelli, que fue colaborador en la Gazzetta dello Sport y ahora edita el medio Rassegna Stampa.

Según trascendió, la cifra que se pidió es millonaria porque hay una necesidad imperiosa de mejorar el estado de uno de los circuitos de la vieja escuela, que se inauguró en 1953 y llegó a la F1 en 1980 para reemplazar a Monza y luego se transformó en Gran Premio de San Marino, variante que podría recuperarse para mantenerlo en el calendario en los próximos años y así no compita con el GP de Italia.

El accidente en el que el Red Bull de Yuki Tsunoda dio una vuelta de campana y terminó en el alambrado muy cerca del público no le juega a favor a Imola. “Creo que también hay un tema de seguridad: en años anteriores vimos que hubo algunas cuestiones en comparación con otros circuitos. Está claro que Imola, uno de los circuitos clásicos de la antigua Fórmula 1, era un circuito… no fantástico, pero muy bonito de ver y de conducir. También hay que entender cuál es la dirección que quiere tomar Liberty Media, si tiene la intención de invertir en este tipo de circuitos o si prefiere algo más orientado al entretenimiento, con mayor accesibilidad, como los estadounidenses”, agrega Cicciarelli, poniendo el foco en que Texas, por caso, también alberga dos grandes premios: el de Austin, Texas, y el de Las Vegas, Nevada.

Por lo pronto, los organizadores se encargaron de anunciar que hubo récord histórico de asistentes: 242 mil personas entre los tres días. "Los números hablan por sí mismos: este gran premio probó ser un suceso excelente con el público", expresó Tullio Del Sette, del Automobile Club d'Italia, en un comunicado que seguramente buscó presionar e inclinar un futuro aún no resuelto. Una posibilidad (esperanzadora para los locales) es que se introduzca en un sistema de rotación.

Saben los italianos que peregrinaron por el mismo peatonal al autódromo este fin de semana que pudieron haber vivido el último Gran Premio de Emilia Romagna, ese que los argentinos disfrutaron repartidos a lo largo de las tribunas, como en la Curva Tosa, donde una bandera con el escudo del Colegio del Pilar, donde estudió Colapinto, se destaca. "Le pusimos los nombres de nuestros nietos, Vicente y Luca, porque van a la misma escuela donde él se recibió. Fue una alegría porque la hicimos en noviembre, cuando compramos las entradas y pensamos que podía correr", cuenta Fernando, uno de los cientos de compatriotas que se alegraron "por verlo cruzar la meta y dar lo mejor de sí".