Habían pasado seis meses y venía lento. Llegaba a la clase de canto agotado, con la cara cubierta de polvo de aserrín, de ayudar a los peones de la fábrica familiar de muebles de algarrobo que había heredado. “Deberías dejar la fábrica. Así no vas a avanzar más”, le dijo su profesora. Ese día de 1992 Marcelo Alvarez, por entonces 30 años, cordobés, casado con Patricia y asiduo derrochador de una voz increíble que malgastaba de madrugada en cantobares imitando a los Bee Gees y a Demis Roussos, volvió a casa como si hubiera recibido un mandato divino. Lo confirmaría el tenor italiano Giuseppe Di Stefano cuando, de paso por Buenos Aires, lo escuchó cantar: “Vendé todo y venite. Te espero en Europa”, le dijo.
Alvarez es hoy uno de los tenores más requeridos de la lírica mundial. Acaba de volver de Nueva York, donde representó Cavalleria Rusticana e I Pagliacci al mismo tiempo en la Metropolitan Opera House y mañana parte para París, donde lo espera Adriana Lecouvrer en la Opera National. “Voy a hacer Otello en 2018 y acepté propuestas para 2020. A veces digo que sí y luego me pregunto: ¿Lo podré cantar dentro de cinco años? Pero alcancé una madurez que me permite jugarme por roles que nunca interpreté. Como cuando vendí hasta los muebles y me vine a Italia”, dice Alvarez en su piso de Tortona, una tranquila ciudad del Piamonte con la modesta reputación de ser cuna de Don Orione, enterrado aquí.
El cordobés sabía en los ‘90 que se le había pasado el cuarto de hora para iniciarse en la lírica de la que no se sabía ni el Nessun dorma para entonar bajo la ducha, por más que entre los 5 y los 17 había sido alumno de la escuela de niños cantores de Córdoba y se había recibido de profesor de música.
Durante dos años, viajó una vez por semana a Buenos Aires para seguir estudiando canto lírico: “Tomaba el micro General Urquiza, viajaba toda la noche, llegaba a Buenos Aires, me duchaba en la casa de mi hermano y me iba a la clase. A la noche, me tomaba el micro de vuelta y viajaba otras doce horas de regreso a mi casa”, cuenta.
En 1994, Luciano Pavarotti estuvo en Buenos Aires. Y Marcelo Alvarez consiguió un lugar en la lista de audiciones: “Pavarotti hacía la semifinal sudamericana para su concurso. Eramos 60 candidatos de los que quedaban sólo tres. Yo, Alvarez, era el primero de la lista. ‘¿Qué va a cantar">