Una elección menor, como es la que define la renovación de la mitad de la Legislatura porteña, disminuida a su vez por el bajísimo entusiasmo que despertó entre los votantes, terminó convirtiéndose -para tomar el discurso del Gobierno- en un momento histórico.
Ese salto interpretativo se vuelve una lectura válida porque Javier Milei encadenó dos victorias en el mismo día: dejó en claro que el PRO no está en condiciones de disputarle el liderazgo en la derecha y derrotó al peronismo.
Si se mira la foto de lo que ocurrió este domingo, el Gobierno tiene por delante un buen escenario. Al menos en la Capital Federal, los votantes ya saben que La Libertad Avanza tiene las mayores posibilidades de ganar la elección de octubre, cuando se elegirán diputados y senadores, y por eso es esperable que el 30% de Manuel Adorni se convierta en una cifra mayor, con la llegada de votantes del PRO y de otros partidos del entorno oficialista.
El domingo a la noche, el propio Adorni lo dijo directamente cuando prometió tábula rasa para las disputas de los últimos meses e invitó a todos los dirigentes comprometidos con el cambio a sumarse a La Libertad Avanza.
En la forma fue, tal vez, el discurso más amigable que se escuchó de boca de algún político del oficialismo, pero en realidad son palabras que delimitan los términos de las batallas futuras. Lo que esa frase quiere decir es que Milei no está de acuerdo con armar una alianza con el PRO en la provincia de Buenos Aires y que en cambio está proponiendo una integración de nombres individuales que acepten despintarse de amarillo para abrazar el violeta.
Anoche en La Libertad Avanza hacían apuestas para determinar cuál será el próximo intendente bonaerense del PRO, o el diputado nacional con intenciones de renovar su mandato, que dará el paso. Si ese vendaval comienza, al PRO no le quedará otro papel que el de resignarse a ser testigo del gobierno de otro.
La segunda victoria de Milei, si se las ordena por la importancia que le dio el propio Presidente, es la que obtuvo sobre el peronismo.
Leandro Santoro arrancó con todas las ventajas posibles: los ex Cambiemos pulverizados y el PRO castigado por la fuga de votantes hacia La Libertad Avanza. Además, Santoro consiguió que no participen en su campaña los dirigentes nacionales del kirchnerismo, todos con muy mala imagen en la Capital Federal. Así y todo, no logró aumentar su cantidad de votos. ¿Cuándo conseguirá que los planetas se le ordenen de esa manera otra vez? Tal vez nunca.
El peronismo viene mal en todos las elecciones de este año, y por eso el resultado porteño es una advertencia sobre lo que puede pasar en la elección bonaerense de septiembre. Es cierto que Axel Kicillof logró conservar las herramientas de la política tradicional -la boleta sábana de papel, por ejemplo- que le permitirán a los intendentes desplegar al máximo su aparato, pero ya se sabe que la perspectiva para el peronismo no es buena, salvo en la tercera sección electoral, el suroeste del Conurbano. Las predicciones de los economistas indican que en octubre se votará con una inflación más baja que la de hoy. Si eso se corrobora, no hay motivos para esperar una mala elección oficialista en la Provincia.
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